miércoles, 27 de octubre de 2010

Todo se paga con la muerte.

Estuvieron allí más de dos horas, mirándose a los ojos, sin decir palabra. Se pusieron de pie, se dirigieron hacia la ventana y se besaron, luego fueron a sus respectivas habitaciones. Al ser despertado por el alba creciente, se asomó a la ventana y, sin sorprenderse, vio a su huésped ahogado en el lago. Todo se paga con la muerte.

lunes, 25 de octubre de 2010

condena

Despertaste al fin. Si, ya me siento mejor, pero... ¿cómo fue que llegué hasta acá? Saltaste de la ventana de tu castillo, escapando de la esclavitud de su majestad y te encontré al lado del bosque.¿Volveré algún día al castillo? No, reina mía, ya te condenaste a la libertad...

Trasegando

¿Sabes?, hoy me encuentro trasegando por tu culpa. Si te viese en este momento sería un loco mojado y borracho de vino por olvidarte, estaría vomitando tu amor, ebrio de sinrazón por tu mirada, esa mirada que me mata, que me es imposible, al igual que la forma en que caminas... Daría asco a tu mirada si estuvieses aquí, aún peor, le daría asco al tipo aquél, sí mujer, ese tipo del auto deportivo blanco y de mucho dinero con quien hoy te juntas, porque me verías llorando a tus pies pidiendo otra oportunidad, que seguramente me negarás.

Si me vieses ahora pensarás en que hiciste bien en dejarme, porque de todas maneras no te importo, porque ¿a quién le interesa un hombre que sueña en prosa y no canta en verso?, ¿a quién, acaso, le interesa un loco que vive mirando las nubes buscando una mirada perdida en el vacío?

Te digo mujer que esta noche me embriago por vos, y el tequila y el ron no me hacen efecto, porque sigues ahí, presente, mientras yo bebo, prendido a tu botella vacía y no le hayo el gusto, porque estás ahí mirando, indolente mientras me corroe el desamor que poco a poco se apodera de mi cuerpo, que consume hasta la última de las plumas de mis alas, esas alas que me diste al decirme que era tu ángel. Mujer, bebo para olvidarte y estoy borracho, quiero que desaparezcas de mi vida y ojalá que encuentres tu camino, mientras yo me pudro viéndote ser feliz, disfrutando mi dolor y escuchando esa canción que aquel día me dedicaste. Pero esto no se quedará así mujer, porque espero que ames tanto a ese hombre, que el día en que te deje te haga sufrir y tu dolor sea tan intenso como el calor de mil soles y una noche de verano salpicada de plagas egipcias. Espero que tu amor por él sea más grande que el que yo te tengo, para que cada noche llores por su causa y desees haber estado conmigo...
 
Mujer, trasegando me quedo mientras tu disfrutas de placeres efímeros. Que el vino que corre por mis venas me consuma, mientras tu vida se acaba, lentamente...

domingo, 24 de octubre de 2010

El panteón

Imagine que camina por un bosque oscuro, muy oscuro, lleno de pinos y cipreses, usted mira el suelo y ve una línea que divide las hojas; evidentemente llama a usted la atención la perfección con que se ha hecho esta línea: diez centímetros separan las hojas caídas de su lado derecho de las de su lado izquierdo y sus pies pisan las hojas, sin hacer defectuosa la famosa raya. Levanta usted un poco la mirada e... imagine que a lo lejos, hacia el horizonte bañado por la luz del crepúsculo, se ve algo como un panteón; de un hermoso color gris, como hecho de mármol muy fino y adornado con la estatua de un ángel. 

Usted ve entonces que la línea se dirige hacia allá y siente esa curiosidad (sí la misma que mata al gato), esa inmensa curiosidad que le da cuando mira películas de suspenso, esa curiosidad que le produce algo de espanto pero que hace que, de lo más profundo de su ser surja la valentía que le invita a continuar, y se dispone usted a correr en dirección del horizonte cuando, no sabe usted de dónde, se oye un ruido... un sonido espantoso, como de muerte...

Voltea usted en todas direcciones, tratando de saber qué lo produce y encuentra un hombre en el piso. Usted, que no sabe qué hacer, saca una moneda, es muy brillante, recién acuñada supone. Elige ayudar al hombre, que parece agonizando en su gabán gris oscuro y pantalones azules, si sale el valor de ésta y decide continuar su aventura hacia lo desconocido si sale el símbolo que se encuentra del otro lado. Usted lanza la moneda y los rayos del sol, que poco a poco van descendiendo, cruzan la moneda, que cae, lentamente pero girando rápidamente y se detienen en la raya que usted ha divisado al principio... ¿El resultado? Debe usted continuar con su aventura.

Usted ha recogido la moneda y se dispone a avanzar. Da un par de pasos en dirección del panteón y siente que algo lo toma de su pantalón. Usted da un pequeño brinco en su lugar y siente la espalda fría, como cuando ve las películas de terror y aparece el asesino. Respira un poco y voltea, quien lo toma es ese hombre de gabán. Usted se agacha y lo pone contra un pino que está cerca. El hombre le pide el favor  de no acercarse, advirtiéndole del peligro que existe al hacerlo en la noche y usted, que siempre carga una pequeña botella con brandy, le ofrece un trago. El hombre lo toma de un sorbo y cae dormido, entonces usted ,que es bastante inteligente, revisa al hombre para ver si está bien y no encuentra nada, el tipo se encuentra perfectamente y le entra la creencia de que posiblemente trame algo al tratar de alejarlo, como un tesoro escondido o un asesinato recién perpetrado, o quizá sea miembro de una banda de ladrones o un ayudante de un loco que se cree científico. El hecho es que, ya se imaginará, usted decide amarrar al hombre al árbol con la ayuda del gabán que le acaba de quitar para revisar si él esta bien y prosigue.

Usted camina unos treinta pasos y le da la impresión de que la casa le huye, cada paso que usted avanza le parece que la construcción se aleja unos tres y por eso usted se lanza a correr dejando tras de sí cientos, quizá miles de árboles, siempre pinos y cipreses y encuentra usted una mata de café. Se detiene. Usted se acerca a la mata de café, tan extraña en ese bosque de pinos y cipreses y la examina, pensando que quizá sea un pino enano, pero no, es un cafetal y ahí está, frente suyo. Usted, sorprendido, examina el árbol y se encuentra con que los granos que de él salen, son brillantes, muy brillantes y entonces usted se acerca y toma uno, y... ¿qué cree?, los granos son de diamante y esmeralda, perfectos y sumamente bellos. usted toma un par de éstos y los pone en su bolsillo, porque debe continuar; sólo piense: si el árbol tiene esmeraldas y rubíes, ¿qué no habrá dentro del panteón aquél?

Usted continúa corriendo a través de los pinos y los cipreses y ya la noche ha caído, usted continua siguiendo el perfecto trazo de aproximadamente diez centímetros que separa entre sus pies las hojas en dos montones, y sigue viendo árboles, en un paisaje perfectamente uniforme y uniformemente perfecto, ve, por casualidad, huesos de personas y siente algo de sudor frío resbalando por su espalda... Se estremece usted un poco y se detiene; no hay trampas, no hay señales de maltrato y esto usted lo sabe porque muchas veces el morbo le ha ganado y a visto imágenes de autopsias y algo ha aprendido. Se acerca usted a los huesos y un sonido espantoso lo pone amarillo, verde o blanco, según su preferencia para tener un susto de muerte, y nota usted que la expresión del cadáver que hay cerca de los huesos es de miedo. Parece que el hombre murió viendo al mismísimo diablo y que murió de susto, pero eso a usted no le importa porque su curiosidad de acercarse al panteón aquél es más grande que el miedo de ese muerto y aún más grande que el suyo propio.

Usted se va acercando, desesperadamenteefectivamente lo está haciendo. Avanza entre las hojas de unos árboles que no conoce usted, pero que hacen mucho ruido al bailar al compás que dicta el viento, pisa las hojas que hacen un barullo espantoso y llega a la puerta. Está cerrada.

Usted forcejea y trata en vano de abrirla por su propia mano. Al ver que no puede, toma un palo y procura romper ese artefacto raro, informe que hace las veces de candado para poder ver qué hay adentro. Después toma su encendedor y hace un arrume de hojas, usted prende fuego y no se da cuenta de que todas las hojas del rededor están secas y desata un incendio y ¿sabe qué es lo que pasa? El panteón se quema y usted queda en suspenso, sin saber qué pasó.

martes, 19 de octubre de 2010

Destino

Te sentaste a esperar el bus en esa tarde gris, pensando que quizá en algún momento pasara un salvaje y te mojara con el agua de aquel charco que estaba a unos pocos metros del paradero. Fijaste tu mirada en las personas que pasaban, ya sacando los paraguas, ya corriendo para no mojarse con la lluvia que se aproximaba... Viste sus caras, tristes las más de ellas y...sentiste en tu corazón la llamada sobrenatural, como un presentimiento de que algo iba a suceder; así fue como te pusiste de pie y caminaste hacia el semáforo, donde subiste al primer bus, sin saber para dónde ibas, pero teniendo la seguridad de que a algún lado deberías llegar.

Ya dentro del bus pagaste tu pasaje, viste que, en el interior, la gente estaba triste, como cansada de todo; pensaste que quizá fuera por la hora, como las tres o cuatro que marcaban tu reloj. Lograste pasar con algo de dificultad hacia la parte posterior, donde no pudiste conseguir un asiento, pero quedaste relativamente cerca a la salida y esperaste una segunda llamada de tu corazón, mientras que dejabas tu mirada en la ventana, que ya se empezaba a empañar, y observabas el espacio en que te movías; calle tras calle el bus cruzaba la ciudad y tú entonces notabas pequeñas gotas que se estrellaban con el vidrio y deformaban las imágenes de edificios, luego casas y de algunos parques que forman la ciudad en la que vives, y sentías la soledad... Y pensabas el verso de Chinato: Soledad de amores, triste y pura, Soledad de amores y locura.

Y mientras pensabas en la soledad y las caras tristes de la gente, mientras viste la ciudad vestida del gris de la tarde, tu corazón sintió la segunda llamada; ahí forcejeaste con los pasajeros para bajarte. Viste entonces que el lugar te es familiar y simplemente caminaste, dejando calles atrás y parques, parques llenos de niños que jugaban bajo los golpes de la lluvia, mientras pensabas en sus caras de alegría, en la inocencia del agua y en la crueldad de las personas... Seguiste sin detenerte un segundo y llegaste a una puerta pintada de rojo; la encontraste abierta.

Empujaste entonces esta puerta y viste la sala, de la que cuelga una espada que desenvainaste y caminaste, a través de la sala, hasta el corredor, avanzaste corriendo, pensando en que jamás habías recorrido uno tan largo. Corriste, corriste como alma que lleva el diablo, como si detrás de aquella puerta que apenas puedes ver hubiese algo; corriste y dejaste atrás puertas, decenas de ellas, cientos quizá, sin detenerte a pensar qué clase de tesoros habrá en todas ellas, porque tu corazón te guió hacia la última. Llegaste y la abriste de un empellón; encontraste un hombre sentado en su escritorio y escribiendo, te acercaste con sigilo, porque no te había escuchado, y lo heriste de muerte.

Ahora te dejo para que seas libre de terminar de escribir tu historia.

martes, 12 de octubre de 2010

La duda

Estaba en la Carrera séptima, al norte, y tomé el bus, tomé asiento y pensé en dedicarme a leer (tenía un libro que llevaba mucho tiempo en tratar de terminar) pero el conductor decidió ir en contra de mi tácita voluntad y subió el volumen del radio, íbamos hacia el centro, razón por la cual, pensé, empezaría mi tormento, ya que el viaje duraría por lo menos dos horas que perdería escuchando todas las estupideces que hoy en día se dicen por las emisoras. Sin embargo hube de comerme mis palabras en el momento en que empezaba a dispararlas cuando oí una melodía que me llevó a una tarde de cielo azul, sin nubes y con mucho viento; una calma infinita que se apoderó de mi cuerpo en simples melodías de acordeón y voces de otro tiempo... de percusión de cajas y guacharacas se llenaron mis oídos mientras mi mente divagaba en la voz de Rafael Orozco, trayendo recuerdos de otro tiempo, como mi primer beso o las mujeres que he visto en la calle, o han hablado conmigo, o de las que me he enamorado y me visitan en sueños, aquellas con las que me he sentido bien en algún momento de la vida y de las que siempre guardaré gratos momentos en mi historia.

El Manantial de amor hacía que todo lo bueno de mi vida saliese a flote y volviera a sentirme como un niño jugando en el parque, disfrutando de las tardes de fútbol de los viernes y los sábados, de las noches de lectura en el cómodo sofá de la casa de mis padres, en mi adolescencia; las mañanas de sol en la piscina de la finca, los solos de guitarra en la universidad y, acto sublime, las noches que dormía a la luz de las estrellas en la ahora tan lejana San Nicolás, vereda del municipio de Medina, entre los pueblos de Restrepo y Cumaral.. El sonido del bajo y la melodía de ese vallenato terminaron recordándome otra etapa de mi vida...

Después de esto no quise saber más de música y decidí dormir, el viaje era largo y no podía siquiera esperar a que toda la música que ponía ese hombre que allá adelante recibía dinero y peleaba con una señora que decía que su billete no era falso, fuera a traerme más recuerdos. Mientras intentaba dormir oí un reggaeton de esos que hoy por hoy están de moda y luego recuerdo haber despertado en medio de la fiesta de cumpleaños de algún familiar de un viejo amigo, al que hace mucho no veo. Es verdad que eso sucedió hace muchos años ya, pero se sentía tan real que incluso mi corazón volvió a salirse de mi cuerpo y mis ojos se quedaron fijos en la mirada que traía esa noche. Allí estaba ella, con su blanco vestido, como de marfil... Bailaba una salsa vieja mientras yo estaba sentado en la mesa hablando, bastante poco por cierto, con su hermano, mirando los sutiles movimientos de su silueta, de su figura marcada sobre el fino vestido al compás de las notas del trombón de Willie Colón; sentía su respiración cerca de mi, me imaginaba bailando con ella y el corazón se aceleraba, la adrenalina fluía y el estómago rechazaba el whiskey que bebía, con apuro y sin tener compasión con la botella...

Sonó después Edgar Joel, con hasta el sol de hoy, canción que jamás había escuchado, hasta ese momento, pero que habría de quedarse en mi cabeza para siempre. Mi sueño era tan real y una copia tan fiel de la realidad ya vivida, que, una vez más, ella se acercó a mi y me pidió bailar con ella; tomé todo el vaso y la tomé de la mano, besándola en un intento de cobarde cortesía y falsa apariencia de gesto caballeresco. También la pisé en esta ocasión y el rubor se apoderó de mis facciones. Ella sonreía y fue esa la sonrisa que me despertó. En el bus sonaba aquella hermosa canción de las estrellas de la Fania, del conde Rodríguez, creo, llamada Sabré olvidar; las lágrimas salieron de mis ojos recordando su sonrisa y evocando el momento aquel en que ella me dijo que debía irse, prometimos no llorar, como esa canción de Palito Ortega, pero fue inevitable... la vida nos separaba, tal vez para siempre y yo sólo podía rogarle, perdirle de rodillas que no fuera a aceptar lo que el destino nos imponía...No era posible que fuese a casarse con aquel que tanto daño le hiciera y a mi, que tan sólo había querido hacerla feliz me dejara en nada, llorando en el aeropuerto y quemando tantos papeles como pensamientos hermosos hacia ella tuve y sintiéndome culpable siempre de no haberme decidido a besarla en esa noche...

Las lágrimas corrían libremente por mis mejillas y yo recordaba esa tarde oscura en que salí del aeropuerto a caminar bajo la lluvia con una botella de vodka en la mano, ebrio de dolor y gritando injurias a la hermosura de su persona y a los maestros del romanticismo; era injusto, era injusto que tanta dicha me fuese arrebatada en el momento en que pensé que realmente me amaba. El bus iba ya por Chapinero y la música seguía sonando, ahora estaba el trombón del caminante saliendo de los parlantes y golpeando mi corazón, pensando que, a fin de cuentas, para todas las siguientes el amor fue pasajero: había pagado por mi pecado antes de cometerlo. Me sentí, en efecto, el caminante que lleva paso infinito y también recordaba que de mi boca, mágicamente salían palabras jamás pronunciadas, como dice la canción, si alguna vez preguntan quién fue tu amante... Y entonces se formó un nudo en mi garganta, sentía el frío sudor de mi culpa caminar por mi espalda, besando cada centímetro de mi piel, ahora erizada por el temor de llegar a mi destino...

Lentamente, en medio de rojos de semáforo y paradas de transeuntes urgidos de llegar a sus trabajos en la fría mañana, mi mirada se fijó en el cerro de Monserrate y llegó a mis oídos la melodía de trompetas de pensando en ti, y llegaba en buen momento porque allí debía bajarme para cumplir la promesa hecha al señor caído: era el noveno mes, luego nos casaríamos.

sábado, 9 de octubre de 2010

Mala suerte

Ella abrió la puerta y él entró por la ventana, y ella se preguntó qué buscaba... Él se sentó a la mesa y tomó un trozo de pan, mientras le decía que la muerte se acercaba para aquellos a quienes quería. Ella lo miró asustada por la terrible noticia, mientras pensaba en aquellos niños que jugaban entre el barro y posteriormente en el asfalto que hoy cubre lo que antes fuese el patio de aquella casa de color blanco, con pilares jónicos, finamente trabajados en mármol y con un cielo raso en yeso, pintado con un veneciano verde...

El hombre comió el pan, esperó un momento y dio un sorbo largo al té, después de dar un soplo, igualmente largo, a la taza que echaba un vapor de un olor tan delicioso, que hacía recordar el olor de guayaba fresca en una mañana de campo, o el olor de yerbabuena en el rocío mañanero; el vapor hacía formas que recordaban pasos de danza elegante, quizá el Danubio azul de Strauss, o ballet contemporáneo, o quizá, por un instante, recordaba una mujer que baila sola y alegremente, cuidando de la dulzura de sus movimientos en un blues de la Nueva Orleans (de esos que tienen solos tan deliciosos, de guitarras sin distorsión y letras sin sentido, ¡pero tan ciertas siempre!).

Ella tomó la mantequilla de la mesa y se untó los dedos, se pasó las manos por su hermosos cabello, negro de color y tan rizado como una espiral de las que bajan escaleras; tan suave su cabello como la caricia del amante fiel, como el algodón que es acariciado por el viento un Agosto o como el beso de la luna en una noche sin estrellas. Le dijo que esperaba que el té fuera de su agrado, ya que no le gustaba mucho aquél que había comprado esa mañana, en que se decidió a cambiar la tradición e ir a la nueva tienda, llena de electrodomésticos de última generación, de cajas de colores y nombres extraños y también de hombres que parecen robots, programados para decir siempre lo mismo y dar instrucciones para llegar a lugares sin una pizca de humanidad; le molestaba verse en medio de tantas luces de neón, que suenan como mosquitos en una noche de verano (de esas en que las orejas de ven asediadas por esos ruidos bizarros y molestos sin lograr descanso alguno).

Él le dijo que no había problema, que no importaba que el té ni fuese inglés, porque lo que debía decirle era tan importante que sólo necesitaba tomar algo de aliento antes de volver a huir (¡sí, este hombre debía huir!). Le dijo después que por eso había entrado por la ventana, esa ventana inmensa, de transparente color y cubierta por una persiana de madera ligera, bareque o bambú, que daba a la calle en la que habían, quizá, unas cuatro o cinco casa más, todas grandes como ésta, todas de diseño suyo, hechas en terreno de otros que así lo habían decidido. Luego comentó que desde que había entregado esa última casa, esa de blanco color y adornos de ladrillo en que ahora se encontraba tomando el té con una amiga de toda la vida, había tenido que huir; una serie de cartas amenazantes sobre el futuro que había de venir lo obligaban a correr, sin rumbo alguno, por toda la ciudad, una ciudad de ensueño de más de diez millones de habitantes, de esas en que hay que saber hacia donde ir, porque, si se va sin rumbo se puede encontrar la muerte en un tugurio marginal y salir sólo por medio de un periódico amarillista. En las cartas se hablaba de cosas atroces que sucederían si se quedaba en un mismo lugar y de aquellas que sucederían si estaba más de dos días en el mismo punto.

Ella le miró extrañada, en realidad no entendía a qué se refería, así como tampoco había entendido la razón de su partida aquella vez, noche en que le dijo que simplemente debía partir, que se verían en algún tiempo, días quizá, días que se tornaron semanas, meses e incluso un par de años, en que no se sabía qué sería de la vida de aquel hombre, que un día de Abril, de lluvia suave y sol, de arco iris, entró por la ventana mientras una mujer abría la puerta y tomó un té caliente, mientras comía un trozo de pan que había tomado de la mesa y le hablaba de cartas amenazantes y razones sin sentido. Por supuesto él se percató de su mirada, perdida en el vacío de la calle sin automóviles, y le dijo que realmente no existía un sentido lógico; que la razón de su aprtida y de als cartas se atribuía a algo desconocido, pero infinitamente acertado, como cuando estuvo tres días en el centro y el edificio en que trabajaba había caído...

Ella comprendió a qué se refería, ya que siempre había sentido fascinación por el esoterismo, desde el día en que, buscando en la biblioteca, había encontrado un libro con maleficios y hechizos, o la vez en que en su cama halló un libro sobre alquimia; tomó el té, ya frío y lo bebió de un sorbo, abrió la ventana y el viento entró, de forma tan intempestiva, que los adornos que colgaban del techo empezaron a sonar, los faroles japoneses a balancearse sobre su eje y las aves en sus jaulas a cantar, mientras iban de un lado para otro en sus jaulas. Él hombre vio su reloj, que no se movía y se dirigió hacia ella repitiendo las palabras con que había empezado la conversación, la muerte se acercaba para aquellos a quienes quería. Tomó un sombrero negro de copa y arregló su abrigo de color azul. Salió por la ventana y echó a correr.
Ella entonces abrió la puerta y se encontró de cara con la muerte.

jueves, 7 de octubre de 2010

El hombre de gris

La luz de la luna tiñe de un tono mágico el balcón mientras Lucía camina, con una copa de champagne en su mano derecha y viste, de forma elegante, un hermoso vestido blanco. El hombre de gris entra y le encara, empezando el diálogo...

-El hombre de gris: Te odio porque vi tu mirada esa noche de verano de estrellas luminosas y en ellas creí encontrar el cielo.
Porque te sentí en mi vida cuándo te miré esa noche con tu vestido de gala y tu sutil maquillaje, que te hacía ver aún más hermosa... Te odio porque te amé, porque siempre que quise estar contigo el destino me hablaba y jamás le hice caso, porque el lugar en que me dijiste que no fue mi casa y no estabas presente, y lo que es peor, porque ni siquiera estabas hablando la verdad, te limitabas a fingir esa situación de amor perdido en el horizonte, ido hacia Berlín mientras tu le esperabas como lo hacía Penélope en la canción de Serrat.
¿Sabes amor?, te detesto también porque creí en ti reconocer un alma gemela, te odio por darme tu cuerpo mientras pensabas en otros y no eras virtuosa. Por hacerme confiar en ti ciegamente y hacerme olvidar de lo importante, de la vida mía y el valor, la lealtad y la verdad con que debo vivir siempre, como lo hacían los romanos...

- Lucía: No sabes de qué estás hablando, yo jamás te he mentido y... si huíste del duelo, fue por voluntad tuya, no tengo yo nada que ver con lo que me dices. Es más, te dejé siempre claro lo que siento por ti, que eres admirable y encarnas valores absolutamente buenos, pero no eres ni has sido lo que busco, antes bien, el tiempo en que estuvimos fue un infierno...

-El hombre de gris: Un infierno dices tu, como si para mi no fuese esto el Averno... Como si jamás hubiese pasado yo el Estigio con los ojos vendados cuando me decías que me amabas y cuando mentías tu infidelidad, como si yo fuese un estulto y no percibiese la ausencia de brillo en tus ojos...

-Lucía: no sé de qué me hablas, yo jamás te escondí nada. Antes bien fui demasiado honesta contigo al decirte lo que siento, que jamás fue amor contigo, más bien gran admiración por aquél que estando solo supo de sus cenizas renacer. Y perdón, debo volver a la reunión, la sociedad espera a esta dama de noble cuna, que no ha de andar con parias como tu.

(Lucía se retira dejando la copa sobre una mesa; mientras tanto el hombre de gris se dirije hacia la baranda del balcón y, mirando a la luna, dice...)

-El hombre de gris: ¡Oh Luna hermosa que la vida alumbras! ¿qué he de hacer yo, pobre ignorante, para vengar mi desgracia? ¿Qué he de hacer para recuperar mi honor, perdido por ésta, que mi vida acusa? ¡Dime, oh luna preciosa! si debo descubrirme acá, ante todos estos brutos, que jamás entienden de palabras sabias, o por el contrario, debo retraerme a mirar de lejos, a tomar distancia de todos aquellos de quienes hablara en otra época con tan buena gana.

(Da una vuelta por el balcón y se detiene en la entrada, donde puede ver cómo se realiza la reunión y cómo se desenvuelve Lucía, siempre alegre y sin vergüenza)

¡No dejaré mi honor en su sonrisa!, ahora que tengo las pruebas restauraré el honor que me quitó y la dejaré en la ruina, para luego llevarla de rodillas ante el verdadero amor, tal como lo haría Octavio, si a Cleopatra obtuviera... Nostraré mi triunfo entonces y acabaré su quimera, de toda la sociedad, contra este, que dice cosas verdaderas.

 (Sale por la puerta del balcón).

Entra y ve a Lucía en medio de la crema y nata de la sociedad de la ciudad, se dirige a ella y, encarándola, mientras todos guardan silencio, le dice....

-Hombre de gris: Escuchadme todos los que me estáis viendo, os digo que Lucía miente al deciros que ése, a quién tacháis de cobarde, a quien repeléis del fuerte, ha muerto en combate, muerto ha sido en duelo.

-Lord B.: ¿quién eres tu, hombre de gris, que hablas con franqueza y tienen tus ojos el ímpetu que ya casi nunca se viera en estas lejanas tierras?

-Hombre de gris: Importa más adelante, señor honrado y querido, colado en gracias de dioses y en bienes, rentas y estilo. Por ahora os digo a todos, que esta mujer ha caído, porque su virtud es falsa, falsos son sus enemigos. Les digo que su sonrisa, que engaña siempre, amigos míos, ha hecho que aquél hombre que desterrado ha sido, haya huido de su duelo, y su honor haya perdido.

-Sir G.: ¿Cómo es posible esto, señor desconocido? Si su emblema ella ha traído, si su escudo a destruído en frente de todos estos nobles hombres y campesinos. Usted ha de estar mintiendo, pues yo el cadáver he visto, he visto su calavera, con su sombrero rojizo, y una gran mancha de sangre y rastros de plomo, he visto.

-Hombre de gris: No miento al deciros, a todos lores míos, que ese hombre no ha muerto, que está enfrente y aquí mismo, con vestido gris y capa, sin plomo entre sus bolsillos, ni en sus entrañas tampoco, porque este hombre ha huido, dejando su honor en tierra, su emblema y escudos listos; ha huido sin dar batalla por irse tras un amor, que nunca fue correspondido.

-Lord B.: ¿y cómo es posible esto, si hace semanas, sin juicio, este hombre fue a la guerra y con honores ha vencido? ¿si no abandonó batalla, en ese tiempo aguerrido? ¿si aun desterrado, cumplió siempre con su oficio y amo tanto a su mujer, como nunca se había visto?

-Hombre de gris: os contesto gran lord mío. Fue Lucía, en su hermosura, quien siempre tuvo previsto, que mi destierro se diera, para quedar con lo mío. Fue ella quien siempre hizo, que la suerte fuera buena, para asuntos del amor, pero del amor prohibido, que me dio en aquella noche, mientras yo dejaba, he dicho, a mi mujer amada y todo aquello que, al final, el destino volverá a hacer mío. Fue Lucía todo el tiempo quien mintió sobre mi esfuerzo, el de no dejar mi esposa, enabandono y suspenso, mientras se divertía con mentiras gigantescas de amor que fuera bueno, pero infame, al fin del tiempo.

-Sir. G: entonces hombre de gris, mostrad tu cara infame, porque no creo yo nada de aquello que dices fiero, para la pobre Lucía que siempre habla sincero. Si es verdad lo que dices, déjame verte primero, porque pruebas quiero ahora y en tu oratoria no hallo asidero.

(el hombre mira hacia el frente, dando la espalda a Lucía y se quita su capa, dejando ver bien su cara. Los asistentes se sorprenden).

-Hombre de gris: Lores míos, heme aquí, en la boca del lobo, para defender mi honor. Yo, el marqués del pasado me encuentro entre ustedes para desenmascarar a esta miserable. Pruebo con mi presencia todo aquello que se ha dicho. El cadáver no es el mío, ha sido de mi enemigo, amante fiel de la bella, pero malvada Lucía, que con su sonrisa engaña a quien de frente la mira. Y si, huí del combate, no fue el cadáver obra mía, ha sido de un bandolero, que por las calles había, que Lucía ha contratado y hoy se encuentra en Suiza...

Por demás quiero deciros que mi infamia grave ha sido, y acá mismo me arrepiento de no ser quien he sido, por la locura insolente, de a Lucía haber conocido. Me arrepiento lores mios de haberme despedido, de la tranquila frontera en que siempre había vivido, de mi palacio dorado y mi mujer, siempre fiel a sus principios. Ha sido un mes de miseria, de navergar sin ser visto, mientras la culpa me mata, por cometer tal delito, tan reprobable infamia, de con otra haberme visto, y peor aún amigos, de su cuerpo haber sentido, sin que ella se inmutara y antes bien, después, hubiese dado aviso a todas autoridades, para desterrarme, un domingo.

-Lucía: ¡falso!, un impostor he visto; este que tenéis no ha sido mío. Y ni siquiera tiene estilo, nunca será el marqués, aunque hubiere comprado el título, no es otro que un ladrón, o quizá un campesino, este hombre no es un noble y yo jamás le he conocido...

-Marqués del pasado: Si Lucía no miente, porque es mujer virtuosa, entonces decidme, qué tiene de falso esta prosa, escrita en un pergamino y su nombre terminando.
-Lord B.: es cierto, este hombre no miente, ¡realmente es el marqués! tiene las marcas de asalto, de tantas batallas que otrora, salvaron a nuestro campo

- Marqués del pasado: ya que verdad es mi historia, procedo a ser Octavio, para llevar a Lucía, en cadenas ante aquella que su amor me ha dado, a quien no debí dejar y he decepcionado.

(toma a Lucía del brazo y, acompañado de todos los lores, va a su palacio, donde es encadenada por los siervos y es presentada.)

martes, 5 de octubre de 2010

La bailarina azul

Ella estaba sentada mirando las estrellas mientras sus lágrimas caían y formaban un pequeño charco en el suelo, que lentamente se iba humedeciendo y absorbía parte de los males de que ella era víctima. El azul oscuro que teñía el cielo de aquella noche le recordaba las palabras que muchas veces se dijo a sí misma, palabras que infundieron en ella el valor para actuar ante tantos, para salir a buscar aquello que buscaba: el miedo de los hombres.

Su historia se acabó en el momento en que ese beso selló sus labios, en el instante en que él la dejó, después de poseer su cuerpo y romper su corazón; luego de acabar con la pureza de su alma e irse con la primera que cayó en sus brazos. A partir de ese momento se decidió a hacer pagar a todos por la infamia de este tipo. Fue así como muchos cayeron por sus encantos, su cara de ángel, de pequeños ojos negros, de nariz respingada, perfecta, su boca, suavemente delineada por unos labios rosados, delgados, tan hermosos... Cayeron rendidos ante su figura delgada, coloreada de blanco, esas curvas suavemente trazadas por Afrodita, esa piel sin mancha y esa ternura angelical con que siempre se presenta... Se perdieron ante las luces del escenario que alumbran sobre su cuerpo cada vez que de azul pintada se presenta en el baile...

Uno a uno fueron rotos sus corazones, manchadas sus almas, dañadas sus esperanzas, cambiadas sus vidas, porque ellos, cada uno de los hombres que murió de amor por ella, revivió para hacer pagar a todas las mujeres, rompiendo sus corazones, por sus almas destrozadas...

Es por eso que ella llora hoy, por darse cuenta de que el amor no es un juego para todos, porque algunos creen ciegamente en las personas y se enamoran, a costa de su vida, de mujeres como ella, que pudieron ser tiernas y amantes, y amadas hasta el fin, si no hubiesen cedido ante momentos de obscuridad como aquél, el del desamor que la convirtió en lo que es. Y... ¿saben?, ella llora también porque hubo alguien que creyó en su amor y murió por el... Pero se levantó de sus cenizas y amó, ama y amará a esa mujer que no baila, pero que ama y lo hace de verdad...

Yo camino y la veo llorar, pero no puedo detenerme a consolarla, porque me encuentro acompañado de mi Soledad y es ella quién me avisa de sus intenciones y también de su dolor. Me detengo un momento y noto la manera en que caen sus lágrimas, y escucho su suave voz diciendo la frase "yo lo amo", que se esparce en el silencio de la calle y continuo mi camino pensando un haiku:

En su grandeza
la bailarina azul
muere de tristeza.

lunes, 4 de octubre de 2010

Haiku

En su grandeza
la bailarina azul
muere de tristeza...

En la mañana
el cielo grita más
y todo acaba...

Despierta amor
y sueña hoy conmigo
luego despierta.

Regresa por mi
ámame una noche
luego déjame.

Corazón, mira
que la desesperación
no es amiga.

Esquizofrenia

Estábamos en la luna mirando la tierra en todo su esplendor, viendo el sol y las estrellas que reflejan nuestra voz, aunque estemos en el vacío y nunca se propague. Miramos la nave y el transbordador y sentimos nostalgia de tener que volver al mundo de la soledad colectiva; no quería volver a escribir, necesitaba de la compañía de las estrellas para ser feliz, ya que con su tristeza se había hecho rico, no quería volver a cocteles y reuniones, a ruedas de prensa y fanáticos que no entienden de sus puntos de vista.

Ahora que lo pienso, lo mejor que había podido hacer era irse de la tierra; una locura para todos los que respetaban la cordura del escritor, que siempre agradó en todos los círculos, pero él siempre lo quiso hacer y en realidad era tan rico que por eso lo hizo. Un mes de entrenamientos básicos y un equipo de 15 personas para viajar hasta al estación espacial en donde estaría un mes, un mes que fue eternamente gratificante, porque no debía pensar, simplemente sentir. No le remordía la conciencia esa soledad, porque allí realmente se sentía a gusto...

Me dijo entonces que le acompañara, no quería que me quedara sin ver la tierra desde fuera; a mi me asustaba la idea pero de todas formas accedí y aquí me encuentro, mirando Egipto desde encima mientras el escritor está saliendo en su traje hacia el vacío. Una luz roja parpadea y yo sigo viendo Egipto, un hombre se acerca a mi y me grita algo que no escucho bien, yo sólo pienso en la soledad del escritor que ahora está sacando algo de su traje.

Un cometa que se acerca a una gran velocidad y deja ciegos mis ojos por un instante, pasa cortando la luz de las estrellas y ya no veo su traje. El escritor ha desaparecido y se está enviando una transmisión a la base de la tierra, escucho nombres y coordenadas y se ordena el regreso. Voy a mi silla y al sentarme un hombre se acerca...

Señor, usted ha sido detenido por la muerte del escritor JCB, tiene derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga será usada en su contra. 

Ahora me encuentro en un sanatorio, en el juicio dijeron los de la tripulación que me puse furibundo, tomé un arma que estaba en la maleta del escritor y amenacé a todos con romper los cristales y despresurizar la nave, olbigué al escritor a avanzar con el traje hacia el cometa y esperé a que pasara.; dijeron también que el escritor dijo que yo le recomendé hacer este viaje, que lo hacía porque confiaba en mis habilidades como terapeuta y nunca le he fallado.. La verdad, yo solamente estaba mirando Egipto desde el interior de la nave.

prosa para una amiga

¿Recuerdas cuándo las horas se pasaban tan rápido, cuando hablábamos de todo y nada, y del amor, imposible para mi en aquella hora?
Te pregunto mirando tu sonrisa, que brilla como siempre, si aquel día pensaste en mi,  mientras yo miraba las nubes sin saber de ustedes dos que estaban en el pasto dando rienda suelta a su amor. Te digo también que aquel día en la biblioteca la pasé muy bien contigo, haciendo locuras inimaginables, como ir al primer lugar sin pensar cuál era y hablar de besos con sabor a fruta y de pesebres hechos con tugurios y gente pobre, llenos de montañas a la salida de Bogotá...
Te miro en la distancia y aun pienso en tu sinceridad, en la cruda realidad que otrora atrapaba mis sentimientos en contra de lo que tu pensabas y luego recuerdo mis lágrimas pidiéndote perdón por la razón que tienes siempre, tu que nunca has fallado con tus opiniones...
Te digo, amiga mía que la vida nos unió por algo en singular amistad y en extraña armonía, nos unió la vida entonces en distintas posiciones y en extraños miramientos, pero siempre unidos por algún viento, que unas veces a favor, otras contra el movimiento hicieron de nosotros amigos que se escuchan, que están ahí aunqe anden lejos; como si quisiesen dioses de otro momento mirar por la ventana y no ver caos, no estar violentos y simplemente detenerse y descansar, a la vista de amistad de dos cuerpos diferentes que encontraron amistad.
Te digo amiga mía, que en mi vida has influido y que no hay desatino cuando te veo, de vez en cuando en mi camino, diciendo tantas verdades, como si fueses destino, como si fueras profeta para este pobre individuo que simplemente te escucha, porque no es adivino.

Algún día recordaremos con orgullo, o con tristeza o alegría esos días en la universidad del Rosario, o en el chorro de Quevedo, o en tu casa de direcciones imposbles y transmilenios que pasan a ciertas horas. O quizá veremos despertar el día, después de una noche de charla larga y tendida a la luz de las estrellas de la hermosa Bogotá, ¿o será en Puerto Carreño? lo olvido, una vez más.