sábado, 21 de mayo de 2011

Onírica realidad

Bastó una breve conversación para descubrir el secreto tras tus ojos, tu miedo a mi avanzada, tu postura defensiva, mis preguntas sin respuesta y tus retóricas salidas. Tres palabras cambiaron mi visión de ti y abrieron mis ojos a la cruda realidad: "ella me dijo". Dos años de evasivas quedaron entonces justificadas desde todo punto de vista, la virtud idealizada fue entonces una mera ilusión, todo entonces fue claro.

Esa tarde nos vimos en un café. Recuerdo que mi alma estaba preocupada por el negro de tu cabello ondeando al viento, mi mirada se perdía entre tus ojos azules, como cielo de verano, y mi mente divagaba entre memorias inexistentes y duermevelas quiméricas que protagonizabas. En ellas te besaba con labios que no eran míos, luego despertaba para darme cuenta de que me ignorabas, de que nunca estabas... Y lloraba.

Ella llegó un poco tarde, como es costumbre. Saludó de beso en la mejilla y pidió capuchino, mientras se sentaba en la silla forrada de verde oscuro, prendía un cigarrillo y abría un libro, recitando un verso del Ideario de Francisco Ortega: 

"Me angustia el cruce de miradas, 
la doble dirección de las palabras
y el obsceno mirar de los semáforos"

Me sorprendí de sus palabras, aunque no le fuesen propias, definían el estado de mi vida en ese instante y anteriores. Como siempre y como nunca leía de mi mente cada movimiento, cada sensación le era conocida y no era más mi vida que un libro abierto ante sus ojos, de mirada fría y distante. Observó mi silencio, analizando, quizá, mis movimientos, mis pensamientos, mi mirada fija en el vidrio empañado y con gotas sobre su superficie, y sólo mencionó que había estado hablando contigo, que tomaron un café, de ese desabrido que sueles preparar; estabas con un hombre que no tuvo problema en salir como si nada, sin seguir regla alguna de cortesía o etiqueta, sin saludar o despedirse; mencionó que le dijiste que no tenías nada con él, más que placer, momentánea lujuria saturnal, felicidad bacanal. Mi estómago estremeció con sus palabras, volvieron a mi las frases de amor que dedicabas en aquel no tan lejano tiempo, pasado tristemente alegre en que soñaba con tus besos y tus labios esbozando una sonrisa tan hermosa como un amanecer; de mis ojos brotó una lágrima que rompió las fronteras del odio y el amor, lágrima que ella notó, como suele suceder, y que apresuró a desaparecer con la hermosa sonrisa que le acompaña... Tomó entonces un pañuelo y me lo ofreció, limpié mi lágrima y, luego de un lapso de segundos eternos, prosiguió comentando que afirmaste que siempre has sido así, indemne ante el temor, incólume ante el remordimiento de engañar al ser supuestamente amado.

Sentí entonces el peso del dolor, la amargura de amar sin ser amado. Un torrente de sal y de agua de color cristal, tan puro como un diamante, brotó de mis ojos, que se hundían en la miseria del desengaño; su mirada se tornó entonces distante y en ese momento la frasecilla salió de sus labios, reafirmando la verdad. Lo dijiste y yo le creo, sin embargo ello me duele.

Ahora despierto y te veo aquí, a mi lado, diciendo "Amor, tranquilo, no pasa nada". Pero veo la sombra que sale de la sala de espera y el gabán negro de aquel que ella mencionó en mi sueño...

viernes, 13 de mayo de 2011

Ensueño

De pronto despertamos en un mundo de ensueño. Tu con el cabello pintado y los pies descalzos, yo con taquicardia y una sensación de cristales en la garganta. El día se mostró brillante, dorado al reflejo de los rayos de sol sobre las gotas de rocío que fueron cubriendo nuestros cuerpos, absorbiéndonos, convirtiéndonos en agua que recorre distancias interminables, en el río que no cambia su aguas. 

Recorrimos las montañas y los prados, ahora verdes, luego amarillos y finalmente nos encontramos en el desierto. Allí vimos dos cuerpos reposando sobre dunas, en tranquila quietud. Los rodeamos y notaste que sus labios eran de color morado. Murieron, pensaste; pero no notaste que allí estábamos los dos.

martes, 3 de mayo de 2011

Esperanza y Soledad

Entonces sonaron un par de notas... tan suaves como el aire de la primavera en la mañana, y tan hermosas como el espectro de la luz blanca. Sentiste la triste canción que cantaba aquel hombre hasta el fondo del corazón y de tus ojos manó el sentimiento desesperado de estar sin estar, de amar sin ser amado y el despertar a una realidad no idílica, distópica, que se asomaba a tus deseos en una lágrima de sal. Tus ojos se apagaron un momento y... Silencio... Sólo hubo silencio por espacio de un tiempo, en el que tus ojos se fueron a otro mundo, otro universo aún más real que este en que estás viviendo; te perdiste en el silencio y... al despertar, el hombre te habló y te dijo que la canción se llamaba Soledad y Esperanza, la canción de tu vida.