miércoles, 26 de diciembre de 2012

Encuentro


Después de tanto tiempo se habían reencontrado. Al parecer seguían siendo los niños tímidos y orgullosos que se vieron muchos años antes en aquel hermoso y recóndito lugar. Estaba en las afueras de un café del centro de la ciudad, lugar preferido por él para los encuentros; vestía un gabán marrón, zapatos negros, algo desgastados, pantalón negro sin planchar y con el cabello sucio, fumaba un cigarrillo; ella, corriendo para no perder la cita, de jeans, chaqueta de cuero y tenis blancos, algo sucios.

Hacía un sol de cuatro de la tarde, la luna se asomaba por entre las nubes. El cielo, azul, estaba calmo, para perderse mirando hacia arriba. Ella se acercó algo agitada, a duras penas saludó y permaneció en silencio, tomó aire y simplemente se quedó allí, sin decir palabra, mientras él terminaba el cigarrillo. Él, sin saber qué hacer, pensaba en las palabras precisas, aprovechando el lapso de tiempo en el que cae la colilla al suelo y la apaga con el pie. Pasados unos segundos la saludó. Ella devolvió el saludo y, más calmada, le preguntó cómo estaba, a lo cual él respondió que se encontraba bien, para después devolver la pregunta. Bien, respondió. Hubo otro silencio, que fue interrumpido por su invitación a entrar al café.

Una vez adentro tomaron cappuccino, él porque gustaba de la costumbre, ella porque gustaba de su sabor. Hubo otro silencio, él intentaba acercarse a su mirada, mientras ella la bajaba y se ruborizaba. Intentaron mantener algún tipo de conversación, los temas no afloraban, las palabras quedaban como suspendidas en el aire y el viento las llevaba a otro lugar. La conversación se tornaba agonizante, cuando ella preguntó si tenía algo para contar. Él respondió: "hay tantas cosas y tan poco tiempo...". Algo ocurrió, pareciera que en la memoria un fantasma despertara y viajara hasta sus ojos para limpiar el polvo de sus iris y estos empezaran a brillar. En la mente de ella aparecían esos recuerdos de la conversaciones y las cartas que le mandaba, esa forma tan particular para expresarse, tan precisa y anacrónica, esa en la que nunca dejó de pensar. Cuéntame, dijo. Él, sin prisa, pero sin pausa, eligió como inicio algunas de sus anécdotas más recientes, sin escatimar en detalles, refirió todo su recorrido desde la última vez que habían hablado hasta el momento en que notó que ella bajaba la mirada y tornaba el ambiente melancólico y nostálgico de la ciudad en un silencio hermoso, como de campo, cosa que le recordaba, mencionó, el día en que se conocieron, hacía más de media vida.

Sus ojos no paraban de brillar y sus oídos estaban encantados de escucharle, él terminó preguntándole qué había sido de su vida. Ella comentó algunas cosas, algunas historias. Sus palabras parecían insinuaciones sutiles, casi imperceptibles, que él consideraba como fantasías derivadas de la tergiversación de su realidad, de su historia y de esas mariposas que volvía a sentir en su estómago, restaurando la ilusión rota años atrás. Cuando ella terminó y las palabras volvieron a esconderse detrás de los silencios, él le preguntó, de nuevo, cómo estaba.

Ella bajó la mirada, se ruborizó y la alzó un momento, tímidamente, como si fuera una bandera blanca, llena de ese brillo tan propio, que recuerda al ónix. En medio del silencio, él lentamente se acercó, con su índice levantó ese rostro hermoso, que no pudo alejar su mirada, pero que los acercó hasta el fondo de los ojos. Aspiró su aroma, ese perfume tan dulce y suave, sintió su piel de durazno y se perdió en sus labios rojos, tan tiernos, tan cálidos... Mientras la besaba llegó a él una reminiscencia que no le pertenecía. Se veía con traje negro, con jeans y camiseta roja, con abrigos, bufandas, sombreros, gorras, paraguas, con la escena repitiéndose y terminando de la misma forma, un beso largo y tiernamente apasionado.

Después ella lo abrazó y le dijo que lo amaba, más que a ningún otro. Él se perdió en su propia mirada, que se tornó lejana, vacía y también dijo que la amaba. Pero las historias deben terminar de alguna forma y fue con una pregunta como él terminó la suya, "¿En realidad me amas?", dijo agonizante, viendo llegar al hombre con el que, se rumoraba, había estado ella toda su vida, que se acercaba, mientras él caía de rodillas al piso, sintiendo como la vida se escapaba en el olor de almendras amargas.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Quimera de un caminante

La mañana es gris:
llovera.

Me sentaré en una
banca del parque
y esperaré,
para ver a la gente
correr desesperada.

Observaré el momento
en que sacan los paraguas
y se arropan la cabeza
para evitar que la lluvia
los vaya a enfermar.

Yo seguiré esperando
sintiendo el golpear del agua
sobre mi ropa
llevándose consigo
mi memoria:
invitándome a soñar.

Y... cuando esté empapada,
empezaré a caminar
acompañado del agua
por las calles vacías
de la gran ciudad.

Veré los autos
con vidrios empañados,
vagabundos buscando
calor de hogar,
niños, saltando
en los charcos,
que me sonreirán,
que se burlarán.

No importa,
me gusta caminar,
estar mojado
al andar;
despertar del mundo
abyecto,
del cruel lugar
del que escapa
la felicidad.

Me gusta ir solo,
acompañado
de la lluvia...
pero está despejando
el cielo.

¡Es hora de trabajar!

viernes, 30 de noviembre de 2012

Agonía de las gotas de lluvia sobre mi ventana

Caen las gotas de agua
sobre la ventana...
las escucho
y quiero tocarlas,
pero está cerrada
y afuera... el frío
tal vez me mate:
no tengo abrigo.

¿Sentirán frío?
¿O será miedo?
porque las oigo
arrastrarse
y escucho su quejido.

Quiero tocarlas,
sentirlas, amarlas
pero son inalcanzables
y se acaban,
se acaban
se acaban...

Seguro tendrán miedo
y sus manos temblarán
o... ¿por qué vendrían
a esta realidad?

Aquí no hay nada,
es un pésimo lugar.

Pobres, pobres gotas
escapando hacia acá,
al mundo
de miseria y catástrofe
¡Destino fatal!
¡Nunca vivirán!

Nacieron muertas,
consumidas
por la idea de gustar,
por querer encajar.

Se aferran a la ventana
sin quererse resbalar...
y las veo, las siento
son mías, mi pensamiento.

Pero están podridas
como este lugar,
como mis sueños

sábado, 24 de noviembre de 2012

Al río

¿Por qué
te gusta tanto el río?

Porque el río
escribe cuentos,
porque el agua
trae historias
que hay que saber
escuchar.

Y... ¿cómo
se aprende
a escuchar?

No es sencillo,
debo precisar,
siempre...
se debe esperar,
tener paciencia,
respirar...
eso lleva tiempo...

También,
hay que buscar un lugar
en el cual
pasar el tiempo
y disfrutar
del sonido de las aguas
golpeando las rocas
al pasar.

Mientras,
puedes jugar:
lanzar algunas piedras,
mirar al cielo...
dejarte llevar.

¿Y luego?

Después
viene lo sencillo:
te cambias,
caminas con sigilo,
pides permiso para entrar
(nunca te lo negarán)
Y te adentras
apoyándote en las rocas;
sientes la corriente,
puedes dejarte arrastrar,
pero no muy lejos
o te extraviarás.

Ya estando en el agua,
empiezas a evocar
todos los momentos
que le quieras contar:
versos, poemas, canciones,
también recuerdos,
preocupaciones, presentimientos;
se los das
para que
el agua del río
se los regale al mar.

¿Por qué me gusta tanto el río?, preguntas

Porque...
en sus aguas
mis pensamientos
vuelven
a la libertad

Invitación a jugar (Paraguas)

Préstame un paraguas
¿Para qué?
Paraguas
Pa-ra-guas
y... ¿para qué?
si no hay como
caminar bajo la lluvia
sentir que el mundo se va
y el lugar,
la calle,
queda desierta
para reflexionar.

¿Qué cosas estás diciendo?
yo no me quiero mojar,
deja de decir estupideces,
si me mojo...
me voy a enfermar.

¿Y qué si te enfermas?
ya te curarás;
por un día, sólo un día,
vuelve a jugar,
a ser adolescente,
a saltar sobre los charcos,
a gritar.

Vamos de la mano
por las calles grises
a reírnos de los buses
de gente apretujada
con olor a muerte,
a rutina,
a seriedad.

Regresemos a la infancia
a la época escolar,
allá
donde las gotas de lluvia
nos hacían suspirar.

O... vete
toma tu paraguas
yo sí saldré a jugar.

lunes, 12 de noviembre de 2012

El caminante


Yo
 Que he despertado en medio de la oscuridad
Tratando de encontrar una luz divina
Desesperando en la búsqueda
Del éxtasis absurdo
De la inmensidad.

Invocando la aurora
De este estúpido mundo,
He convertido mis instantes en casualidad,
Mis recuerdos en anhelos,
Mis lágrimas en sueños
Y mi vida en mil infiernos,
Esperando el fin de mi realidad.

Yo
Que vi la luna tornarse blanca
Caminando con las manos en los bolsillos
Por barrios solitarios
He visto con horror salir el sol
Con sus personas de mentes cerradas
Y sus rutinas de desayuno, almuerzo y cena,
De cerveza en las quincenas
E infidelidades aplaudidas
Con sus esposas
Trabajando como esclavas
Por mantener su posición
De madre respetable,
de hija virtuosa
y también de amante…
porque… ¿a quién engañan?
también las mienten las mujeres
también traicionan.

He pensado
que de nada vale salir al mundo
si la contradicción
es una ley que nadie acepta,
en la que uno a uno van cayendo
hasta los más modestos,
que, al final,
 son los más abyectos.

He sentido el peso de sus palabras
Como una lluvia de puñales
Ensangrentados de libertad y paz,
Como una balacera de mentiras
Disfrazadas de verdad,
Como un beso que de hiel.

Me he visto rechazado
Y defraudado en esta farsa
A la que llaman sociedad.

Cansado de jugar al hombre ideal
Al vecino perfecto
Al buen estudiante
Al chico apuesto
Y al atarbán,
He buscado una salida
Al temor de sobrevivir.

Es por eso
Sólo por eso
Que no pido, jamás, espera
Que no aspiro a una vida amena
Que no pretendo hacer la guerra
A ideales olvidados
A imaginarios desterrados,
Descalificados.
Es por eso,
Y sólo por eso
Que dejé un día de hablar
Y decidí caminar.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Mujer amada

para J.L.S.I.

Me gusta
esa manera tan tuya
tan sumamente absurda
de amarme.
Esos besos sin lengua
que son como juegos
de mesa,
como pequeños laberintos
o pedazos de cielo.

Ese olor tan tuyo
y tan de tu perfume
siempre dulce
siempre afable
tan delicioso
como una mañana de verano
o como despertar
contigo a mi lado.

Esa mirada de jade
impactante como pocas
incansablemente soñadora
inesperadamente hermosa
inestablemente fija
adrede penosa.

Me gusta
ese abrazo eterno
que me brindas sin excusa
cuando la soledad abusa
de mi calma y mi silencio
y... finalmente
me gusta que me acompañes
a escribir, de mi historia
la segunda parte.

martes, 23 de octubre de 2012

Déjame sufrir



Déjame sufrir con honor
Con orgullo
Con desdicha
Sin ti.

Yo te amé primero
Sin estar
Estando
Soñando.

Tú,  te acercas
Yo no quiero
No espero
Desespero
Y vuelvo a amar
Amándote
Sufriendo porque estás
Porque no estás
Porque nunca viniste
Y no regresarás.

Mis palabras caen por la borda
Mientras tú besas
Amas, esperas y desesperas
En la esperanza de poder amar.

jueves, 11 de octubre de 2012

Conversación


No nos queda nada, dijo él, somos dos existencias impensables, incapaces de alterar la realidad.  ¿Acaso importa cambiarla, es necesario ser algo más que impensable para encontrar la felicidad?, preguntó ella. No lo sé, dudó él, es sólo que… viéndote ahí, fumando tranquila, quisiera salir y decirle al mundo que entiendan la realidad de lo que significa amar: tú y yo acostados, yo mirándote, ambos pensándonos. Tú pensando, cariño, no lo olvides, tú, siempre pensando, dijo ella. Afuera, la lluvia cae lentamente, pasan algunos transeúntes, todos con sombrillas; ella sigue fumando, se termina el cigarrillo. ¿Y si nuestro amor llega al mundo por intermedio de un solitario escritor?, pregunta. Él contesta, entonces, todo está bien, perdámonos en nuestra alegría, en nuestra vida; se acerca a ella, que apaga el cigarrillo sobre el cenicero de mármol, la abraza y se juntan sus labios en un beso largo y tierno, se siente como un primer beso. Quizás porque es el primero de su felicidad.

martes, 2 de octubre de 2012

Cuando despierten, de Constantine Cavafy



Trata de guardarlas, poeta,
por más que sean pocas aquellas que se detienen.
Las visiones de tu amor.
Ponlas, medio ocultas, entre tus frases.
Trata de retenerles, poeta,
cuando despierten en tu mente
en la noche o en el fulgor del mediodía.

La invitación amable, de Alfonsina Storni


Acércate, poeta; mi alma es sobria,
de amor no entiende -del amor terreno-
su amor es mas altivo y es mas bueno.

No pediré los besos de tus labios.
No beberé en tu vaso de cristal,
el vaso es frágil y ama lo inmortal.

Acércate, poeta sin recelos...
ofréndame la gracia de tus manos,
no habrá en mi antojo pensamientos vanos.

¿Quieres ir a los bosques con un libro,
un libro suave de belleza lleno?...
Leer podremos algún trozo ameno.

Pondré en la voz la religión de tu alma,
religión de piedad y de armonía
que hermana en todo con la cuita mía.

Te pediré me cuentes tus amores
y alguna historia que por ser añeja
nos dé el perfume de una rosa vieja.

Yo no diré nada de mi misma
porque no tengo flores perfumadas
que pudieran así ser historiadas.

El cofre y una urna de mis sueños idos
no se ha de abrir, cesando su letargo,
para mostrarte el contenido amargo.

Todo lo haré buscando tu alegría
y seré para ti tan bondadosa
como el perfume de la vieja rosa.

¿La invitación esta... sincera y noble.
Quieres ser mi poeta buen amigo
y sólo tu dolor partir conmigo?

Cancioncilla, de León de Greiff


Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a ésa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño...

Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a ésa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.

Quise una vez y desde nunca 
-ya la querré y hasta que muera-
a ésa mujer, en cuya boca
gusté -otoñal- la Primavera.

Quise una vez -nadie así quiso
ni así querrá, que es arduo empeño-
a ésa mujer, en cuyo cálido
regazo en flor ancló mi ensueño.

Quise una vez -jamás la olvide
vivo ni muerto- a ésa mujer,
en cuyo ser de maravilla
remorí para renacer...

Y ésa mujer se llama... Nadie,
nadie lo sepa -Ella sí y yo-.
Cuando yo muera, digas -sólo-
quién amará como él amó?

viernes, 14 de septiembre de 2012

Somnus (o la muerte del soñador)

Fue extraño verlo allí, sobre una camilla, con su rostro azul, vistiendo una bata de las que siempre odió, esas de hospital, de color azul como su rostro; aunque, debo confesarlo, no me extrañó en lo absoluto ver sus ojos desorbitados; siempre se lo habían dicho, tenía los ojos muertos y por eso le temían.

Al recibir la llamada, pensé en cualquier cosa, menos en una voz tan lúgubre como pasos en una iglesia vacía preguntando si lo conocía. Tuve que esperar a que insistieran en la pregunta para contestar: jamás me acostumbraría a su nombre, al del documento; para mí siempre sería Somnus. Contesté que, en efecto, le conocía, sin tacto alguno me dijeron que llamaban de la morgue, tendría que ir a hacer el reconocimiento del cadáver...

Salí, con apuro, sin arreglarme, tomé el primer taxi que paró, subí sin siquiera saludar y recibí un descortés, ¿pero qué?, ni que alguien se le hubiera muerto... Usted no sabe, señor, dije con algo de enojo, usted no sabe nada, ojalá sepa llegar a la morgue. El tipo palideció y el brillo de malicia en sus ojos se desvaneció, su gesto pasó de macabro a triste, agachó un poco la cabeza, como viendo entre el timón y dijo, sí, voy a apurarle para ver si llegamos pronto. En medio del ruido del motor descompensado y el aire enrarecido por las ventanas cerradas, el frío y la lluvia, recordaba las conversaciones con Somnus, las tardes tomados de las manos, dando vueltas, mientras él me hacía pensar en las caras de la gente, que miraba extrañada; su forma tímida de acercarse a mis labios y el calor de sus abrazos, las caricias torpes y su manía de disculparse a cada momento por su falta de tacto para ejercer de vivo, como solía decir. Con cada curva brusca resultaba en un extremo de la silla raída y vieja, y mi mente saltaba a sus escritos, a su forma de ver la vida, siempre en los detalles más insignificantes, a sus silencios de horas y a su contradictoria desesperación, nacida de su falta de interés por salir a hacer cosas cotidianas y su tedio producido por su incapacidad de mantenerse quieto.

Ya llegamos, dijo el hombre con voz callada. Desperté de mi letargo, miré al tipo con algo de sorpresa y recordé qué estaba haciendo. Pagué, salí del auto y me dirigí hacia el edificio, que parecía un manicomio, pregunté por el nombre que me habían dado y me hicieron seguir a través de algunos pasillos y una escalera, hasta llegar a una especie de cámara en la que hacía un frío de espanto. Allí estaba el hombre que me había llamado, lo supe al escuchar su voz, ahora más jovial, pero no por eso menos lúgubre y sombría, acercó a mi presencia una camilla tapada con una manta plástica de color azul, que procedió a quitar, mientras me contaba que esa semana había poco trabajo y que se aburría, así que jugaban dominó con el portero y salía a fumar, porque el frío se siente más cuando no se labora.

Allí estaba, en efecto, el cuerpo que habitaba Somnus. Sentí ganas de abrazarlo, de besarlo y de gritar, pero a él no le habría gustado, así que me limité a llenar el formulario y a mirarlo: esta vez sería la última. Antes de despedirme y volver a casa, el hombre me preguntó si quería saber de qué había muerto. No, contesté, yo ya sé de qué murió; el hombre, inquietado, me miró a los ojos y preguntó: 

-¿Ah, sí? ¿Y de qué murió?
-Él era un soñador, murió por exceso de realidad.

lunes, 3 de septiembre de 2012

-¿Por qué se ríe tanto?
-Porque olvidó cómo llorar.

jueves, 30 de agosto de 2012

Testimonio


He sentido la piel de la serpiente sobre mis labios.
he reído a carcajadas mis penas,
cínicamente sonreído a los insultos,
calladamente afrontado los problemas,
he sentido un miedo incómodo,
he escapado de mí sin haberme visto en un espejo,
corriendo desesperadamente por un camino cubierto con espinas,
huyendo de lo que no conozco.

Descubrí imágenes desdibujadas con trazos horrendos
rompí cristales de imaginarios imaginarios
canté ebrio de sinrazón
me enamoré de un falso triunfo
sufrí en silencio
grité mi dolor un tiempo
abracé la nostalgia
perdí la batalla con la melancolía
y lloré bajo el abrazo de la noche.

Pensé en el sentido de la vida y me encontré con respuestas que no tenían soluciones
salté al abismo infernal de la humildad y me quedé estancado
odié la altanería y la prepotencia
y me vencieron en un duelo sin armas ni padrinos
me suicidé pensando en la soledad y la esperanza,
y cuando agonizaba escondido dentro de un closet
observando el negro de la ceguera
y los colores del fosfeno
escuché dentro de mí un grito:

Un grito sordo, una canción olvidada, una ilusión desilusionada
un tiempo para vivir la muerte en soledad, un hada
verde estancada en un vaso con azúcar derretida con agua
un frasco de sueños, roto
un silencio solo y taciturno:
eso es la melancolía, como sentimiento.

Sumergí mis pies en el estanque la melancolía
y fui encantado por el canto de sirenas cubiertas de nostalgia.

Caminé por desiertos libres de espejismos
y no creí en los oasis que la vida me obsequiaba
no bebí el agua de los cactos
ni caminé por senderos marcados por beduinos;
llegué a la ciudad cansado
y no quise encontrarme con gente del pasado
pero me persiguieron hasta encontrarme
los fantasmas de mil años perdidos
en caminar sin rumbo
en soñar con un cambio radicalmente radical,
conmigo a la cabeza.

Desistí de mis grandes ambiciones
y fui visto como una de las grandes mentes destruidas de alguna generación
sucumbí ante mis capacidades y derroché mis objetivos
hasta quedarme solo entre gente que me aprecia
y luché con todas mis fuerzas por aquellos para los que jamás signifiqué.
Defendí con mi pluma causas imposibles
y escribí con lápiz que borró el tiempo lo que realmente me importó,
entonces no importó nada más que lo que no importaba,
el tiempo destruyó lo verdadero
se perdieron los valores
y quedaron mis días dedicados al amor
y el sufrimiento dedicado a mis días:
allí quedó sembrada la inextractable piedra de la locura.

Jade en sus ojos había
En su ilusión me quise hallar
Situándome en su pedestal
Sin saber cómo actuar
Intenté querer, traté de amar y fracasé
Cuando ya no había vuelta atrás
Anduve vagando entre sus sábanas, sabanas y valles.

Fui condenado a amar
Y firmé mi sentencia de muerte
Con una confesión
Construida con poesía.

Amé sinceramente y me dejé llevar
Levanté mis ojos al cielo de la ilusión
Engendré los más puros deseos y sentimientos
Jamás me rendí frente a los imposibles posibles y plausibles
Anduve equivocándome paso a paso en los caminos oscuros del cariño
Nadé en las aguas mansas de la excitación y fui vencido
Di todo lo que pudo y lo que no pude dar
Ratifiqué mi posición equivocada con aire cínico y risa a carcajadas
Amé sinceramente y fui condenado a amar.

He estado por fuera de mí,
Sufriendo la necesidad de volver al mundo
De conspirar contra mis sueños y mis utopías
De mirar las cosas como realmente son
Como no quiero verlas.

Me alejé de los barrancos del exceso
aprendí la lógica de la máquina estereotípica que desea la sociedad
e interioricé los ideales y la justicia que deseaban los libros de urbanidad;
cuando me encontré viviendo me descubrí un fracaso
y no tuve fuerzas para luchar contra la contradicción
entonces fui la contradicción
me entregué a la contradicción
contradije la contradicción
y las lágrimas se tornaron en risas
las risas en palabras
las palabras en silencios
los silencios en soledad
la soledad en nostalgia
la nostalgia en melancolía
la melancolía en escapes
al vacío de interior de mis ojos apagados
muertos
carentes de emociones
e incapaces de llorar.

Me aislé del mundo y creé uno mío
con palabras de otros
leí algunos libros encontrando referencias
historias y mundos
que hice míos
y hasta pensé que la vida es un libro
que los héroes existen
no sólo por un tiempo
y solo estuve solo.

En la insoportable levedad descubrí mi insoportable pesadez
ensordecí caminando por las calles hasta morir de frío
dejé mi cuerpo en Cali, Colombia, nuevo mundo, o tal vez en la luna, no lo recuerdo
convertí en estrategia mi táctica, quererte como sos,
y abandoné la esperanza cuando descubrí el engaño...
no hay estrategia.
Dividí mi alma con el lobo
sin percatarme de que puede cazar estando solo
y no me quedó nada
salvo un corazón que es un león enfrenado y una espina que me hiere
enterrada en su pata.
Me enamoré de la soledad que debería tener alas
y no aprendí nada sobre pájaros, ni sobre la historia del fuego
miré la rosa hasta pulverizarme los ojos
sin terminar nunca lo que nadie jamás empezó
no aprendí a nombrar lo que no existe
y en el umbral de mi mirada jamás estaremos yo y el que fui.

Fui incapaz de poner de presente algunas cosas que quería dejar en claro
estuve desnudo y no bastó para volver al paraíso
y sucumbí ante el encanto de la poesía de X-504.
Escribí poemas que llevaban por nombre sucesiones intestadas de letras con vida propia
escritas por manos muertas de un niño muerto solo
asesinado cruelmente por la vida.
Me desdoblé en un cuento escrito en un día sobre una idea de meses de insomnio
y canté la muerte de un alguien de otro alguien sin el menor sentimiento
con un ritmo incierto y una voz de miedo.
Compuse a la falta de inspiración con palabras inspiradas en un nombre de mujer
me enamoré de los cuentos de Cortázar y sufrí la decepción de jugar rayuela por el temor de pensar
me perdí en las entrevistas de Gonzalo Arango y hablé de nadaísmo con desconocidos
perdí los estribos eligiendo unos ojos, una sonrisa, una mirada ante la elección de un lugar
hice un trato a la izquierda del roble con un amor que nació como un niño muerto
y reí con la miseria de don Simeón
cuyo sufrimiento no duró cien años, pero sí sesenta.

olvidé mis libros y los cambié por canciones
por acordes con séptimas y novenas
por guitarras y trompetas
y escrituras impulsadas por el insomnio de las dos de la mañana
caminé bajo la lluvia pensando en esconder mis penas
o entregárselas a las alcantarillas y me fueron devueltas con intereses
canté maravillado por una voz que se pierde en espacios abiertos
me escondí en la salsa y el heavy metal
me perdí del mundo una vez más
para buscar música nueva
y al volver descubrí que todo estaba escrito
que todos se parecen de alguna manera
y quise llorar pero me contuve
y no porque así lo quisiera.

me cansé de andar contra la corriente
pero mis sonrisas fueron devueltas con puñaladas
mis credenciales fueron rotas en frente de mis fantasmas
y las voces cedieron a los gritos de dolor inmarcesibles
de la cruda realidad.
un espanto suicida se apoderó de mis extremidades
y subí hasta el último piso de mi ego para descubrir que allí había un sótano
corrí por las ventanas de mi imaginación y rompí algunas de las más altas
para tener de donde saltar
pero cuando me disponía a abandonarme a la euforia de la caída
mi propia mano me sostuvo
y estuve a punto de gritar mi silencio en una nota larga y desafinada

finalmente me perdí en las arenas de la escritura
y la muerte de mi corazón no logró que las palabras no bastaran,

Y mis silencios gritaron
y mis ojos se apagaron
y mis melancolías se concentraron
y mis ruidos callaron
y mis ambiciones se agotaron
y mis sueños se quebraron
y mis tiempos se pasaron
y mis esperas continuaron
y mis modales quedaron
y mis pensamientos se mataron
y mis descansos se acabaron
y mis amores escaparon
y mis pasos se acortaron
y mis caminos se alargaron
y mis utopías se realizaron
y mis pesadillas me asaltaron
y mis nadas no se relativizaron
y mis lágrimas cesaron
y mis risas caducaron
y mis mundos colapsaron
y mis realidades me abrumaron
y mis palabras se acabaron.

lunes, 20 de agosto de 2012

Alicia en el país de los desamores

-Hoy sólo hay lágrimas que se esconden tras las hipócritas miradas, las infelices palabras y la mediocre felicidad con que te saludaré si me llegas a hablar, si me llamas, si alguien quiere acercarse a mi mundo. 

Sólo hay lágrimas junto con las huellas de mis pasos por ese camino que no puedo encontrar. Alicia, hoy no hay conejo blanco, fue sólo una quimera, un espejismo que te llevó hacia la malvada reina roja, que es el amor. Sólo te resta llorar, Alicia, estás atrapada dentro de tu cuerpo, dentro de tu mente y dentro de tu alma; eres tu propia cárcel, mi hermosa Alicia, sólo tú tienes la llave.

-Esperaré hasta que te encuentres, Alicia, esperaré, pero no te tardes, que hasta el verdadero amor se cansa de esperar.


miércoles, 1 de agosto de 2012

Midnight dream

Ya es medianoche:
no se oyen pájaros
crueles sensaciones
desaparecen bajo el cauce de mil ríos
invisibles.

Escondidos bajo el espectro
de la luz de la ciudad
florecen sentimientos
ora lúgubres ora tiernos
recordando anterior felicidad.

Un rostro bello asoma
y no hay preocupaciones
el tiempo, detenido, ayuda
a olvidar tantos pesares
a fijarse en la hermosura.

Camina despacio
como al compás del reloj
se acerca
y miro, sólo puedo mirar
en éxtasis insaciablemente.

Una luna de óleo sobre lienzo
se cierne sobre la ciudad
el paisaje sse conserva taciturno 
el cuerpo dueño del rostro se acerca
dispuesto a besar, a acariciar, a amar.

Todavía es medianoche
pero ya no hay tiempo
se borra el rostro, desaparece el cuerpo
y sólo queda el paisaje
¡Es tan bello soñar!

viernes, 27 de julio de 2012

La última cita

Para Phoenix, el día de su natalicio, de su resurgir de entre las cenizas.


Ella despertó, escuchó el ruido de la calle, los buses que a lo lejos depiertan a la montaña, los gritos de transeuntes desesperados por llegar a ninguna parte; se desperezó, mientras bostezaba cruzó por su mente ese suicida pensamiento que le atormentaba: rosas que hieren. El vacío de su estómago volvió a abrirse, sintió cómo escapaban de nuevo las ansias, transmutándose en mariposas que se golpeaban contra las paredes su estómago. Respiró hondo, recordando las clases de técnica vocal: ... inhala, honda y lentamente... honda y lentamente; ahora sostén la respiración... uno, dos, tres, cuatro... exhala, cuenta hasta ocho... Una vez más... De nuevo...

Tomó la ducha, sintiendo cómo cada gota resbalaba sobre su cuerpo, pasando sobre el discreto tatuaje del ave fénix, percibiendo cómo se llenaba de esa extraña energía, de esa fuerza vital que representa el agua, dejando algunos pensamientos sobre sus poros, para que el agua los arrastrara. Se hacía algo tarde, pero no importaba, con el tiempo había descubierto que la tranquilidad va primero, que hay que sentirse bien para verse bien y que esto lleva su tiempo. No desayunó, tomó un café algo amargo con unas gotas de limón, como lo hacía la abuela, prendió un cigarrillo y lo dejó entre sus labios, sin aspirar, para calentar las palabras, que se escuchaban frías aquella mañana. Salió, vestida con chaqueta de cuero, jeans ajustados, una blusa negra y botas que llegaban arriba del tobillo, estilo característico, después de todo, incluso ésa era una cita más.

La tarde gris mezclaba con el momento, el instante crucial en el que, después de tantos meses, de tanto sufrimiento, de las rosas que hieren, volverían a encontrarse. Las circunstancias no le eran propicias y acrecentaban las náuseas y agrandaban el nudo de su garganta. ... Inhala, cuenta dos... contén la respiración, cuenta hasta cuatro... exhala, cuenta hasta ocho... Repítelo... Una vez más...

Desde que el colibrí dejó de mover sus alas todo era más difícil: las palabras se suicidaban. Eso cruzaba por su mente mientras se acercaba al café en el que habían acordado encontrarse. Inhala... mantén la respiración... exhala... Inhala... sostén... exhala... inhala, contén, contente, exhala, inspira, aspira, inspira, aspira, inspira, inspira, ¡inspira!, ¡inspira!, vuelven los recuerdos de los paseos por la calle, los besos tiernos, los insultos con voces ridículas y las peleas fingidas por la calle, las peleas serias de miradas asesinas, crueles, los silencios taciturnos, quietos, imposibles, las alas del colibrí en noches de desesperación, las clases de canto con su insoportable inhala, sostén, exhala, inspira, contén, aspira, espalda recta, los dedos atascados sobre el piano, los acordes malogrados, las eucaristías excepcionales, el coro femenino cantando cánones, Pachelbel en las noches, los besos, las rosas, las espinas, los versos, la música, el tiempo, su tiempo, el Tiempo, el aletear enérgico del colibrí, las lágrimas, las sonrisas, las tristezas, las alegrías, la nostalgia, la melancolía, la iglesia, el cementerio, la tumba, la lápida, el colibrí...

Inhala... Uno, dos... Mantén la respiración... Uno, dos, tres, cuatro... Exhala... Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... De nuevo... Otra vez... Y otra vez.

Ahí está él, sus ojos brillan, como todas las otras veces, intenta abrazarla, pero ella no lo permite, ladea su cabeza, pone su mejilla, él intenta llegar a sus labios, ella se niega, voltea su cabeza, él intenta tomarla de la cintura y fracasa.

-Ya no más.
-Pero, pero... por favor... no entiendes.
-Entiendo perfectamente, estamos acá para dejar todo en claro.
-Te amo.
-Ya lo has dicho antes, pero no lo has demostrado...
-He cambiado.
-Sí, te ves diferente.
-No, no de esa manera, he cambiado.
(Su mirada se vuelve tierna, pero ella lo conoce, respira lentamente, recuerda los ejercicios de canto).
-¿Para qué me llamaste?
-Te necesito, hoy más que nunca.
-Al igual que otros tantos inviernos.
-Por favor, no sabes cuánto te necesito. Las noches se me hacen interminables, me despierta la sensación de vértigo y soledad, me carcomen los celos y tiemblo de pensar que alguien más se apoderó de tu cuerpo, que te entregaste a otros, mejores que yo. (De sus ojos brotan lágrimas y su brillo se vuelve inmarcesible. Inhala, mantén la respiración, exhala, una y otra vez, hasta que contengas las mariposas)
-Tuviste tu oportunidad... y no fue sólo una, cada vez que tienes un problema acudes a mí, cuando te dejan y sientes la miseria del despecho, acudes a mí para darte fuerza y cariño que no he visto recompensado. Pero, ¿sabes?, a pesar del dolor agradezco saber qué clase de tipo eres. Ha sido duro, pero hoy tengo las alas del colibrí, hoy soy el ave que renació de las cenizas. He decidido enfrentar esta situación para darla por terminada. Para mí ha quedado todo claro, no te necesito, tengo miles de cosas más por vivir. Adiós. (Baja la mirada de él, mientras los ojos de ella brillan de forma inmaculada. Se levanta y deja el dinero del café sobre la mesa, después se va).

El sol de las cuatro de la tarde aparece en todo su esplendor y un cielo azul con pocas nubes ilumina su sonrisa sobre la acera, la vida, ouróboro espiralado, ha concluido su camino para dar inicio a otro. El discreto tatuaje de su espalda representa la vida que ahora empieza

Un tiempo para sufrir

También debe existir un tiempo para llorar y para sentirte triste, para dudar de ti y de los demás, ha de haber un momento, aunque sea, de desesperación en la calma, de parar un segundo para contemplar todo lo malo y dejarse llevar por las palabras ajenas, las imágenes de otros y jugar con la paranoia constante que llevamos dentro, el delirio maldito de sentirnos mal estando bien y de no confiar en lo que, creemos, amamos. Es necesario darse un tiempo para sufrir escuchando las palabras conocidas por nosotros, tan amadas, tan importantes y tan poderosas en toda su violencia, en la intempestiva fuerza de la frustración, mientras son recitadas por nuestro lado obscuro, por ese ego que existe dentro de nosotros y nos limita, no nos deja crecer, pero que nos muestra de las cosas el peor de los lados. Habiendo hecho esto, debemos continuar, seguir creyendo, viviendo cada momento al límite, sin pensar en los demás, al igual que al sufrir, porque cada momento de nuestra vida es sólo nuestro, nadie nos lo puede arrebatar y... pensando en ello, nadie tiene razones para echarlo a perder, para obligarnos a algo que no queremos, ni aún cuando lo que deseamos es sufrir.

Poema para el amor que algún día será

Bésame,  hasta que se quemen nuestros labios
hasta que no haya dios, si lo hay
hasta que el beso nos respire
y seamos uno.

Quiéreme hasta el fin
hasta el principio
hasta siempre y hasta nunca
como te quiero yo.

Ámame
porque yo lo hago
siempre lo hago
y no me mientas
que yo jamás te he mentido.

Bésame hasta que se quemen nuestros labios
y no pares cuando se fundan
porque así seremos uno
en nuestra eternidad.

El mañana

Me gusta despertar con la incertidumbre del mañana, sin saber si después habrá algo más, sintiendo cómo debo tratar de aprovechar este presente que presenta las presencias abandonadas de los días: mañanas y ocasos, las noches desprendidas de la esencia industrial con que miramos la jornada, para muchos laboral. Me gusta despertar e imaginar, imaginarme en mundos diferentes, los míos, viviendo la utopía; sólo para darme cuenta de su imposibilidad, para seguir imaginando y encerrándome en el círculo vicioso de una soledad psíquica e inverosímil.

Pero hay días en los que me siento triste, tampoco es gratis soñar, la tristeza se presenta con un halo místico y obscuro con cara de realidad, con cara de improbable, de estúpido, con cara de botella de vidrio sobre mi cabeza y sangre, recordándome que habrá muchas cosas que no podré hacer, jamás. Sin embargo aprecio esos días y, debo confesarlo, también los disfruto y los agradezco, son el escape a mi cotidianidad.

Odio el latir de mi corazón y la respiración agitada, el detestable malestar en el estómago que producen las grandes emociones y el sabor a sangre sobre mi lengua cuando me golpean. Pero sobre todo odio la incertidumbre de no saber qué pasará, lo que resulta contradictorio porque me produce un placer cuasi orgásmico la emoción de lo desconocido, la necesidad de saber. Todo resulta siendo un permanente sinsentido, nada importa en la medida en que no tiene una explicación lógica o coherente.

De todas formas, hoy me emociona de manera preocupante y me produce una preocupación emocionante saber qué será de mí en relación contigo: todo se junta y es un amoroso odio el que me produce pensarlo.

Pero mañana... mañana estaré llorando porque te vas sin explicación y saldré a caminar absorbiendo la polución como aire puro y dejaré que mis pensamientos vuelen con los pasos lentos de la ciudad, de los ladrillos y el sonido de aceleradores y frenos, de insultos. Tomaré la seria actitud de esperar un momento y me enfrentaré con el peor de mis demonios: yo mismo. Porque érase una vez la víctima y tuvo que convertirse en victimario, porque érase una vez el victimario y se convirtió en víctima, porque érase una vez la luz y se oscureció, y no importó, la noche seguirá siendo noche aunque la luna se esconda, aunque las estrellas huyan tras los bastidores que son las luces de la ciudad.

Mi mañana es un hoy que se vuelve ayer, mi tiempo es una serpiente en espiral, mordiéndose la cola, mi melancolía es una alegría reprimida de conocer la verdad: mis ojos están rojos de tanto arder, mi corazón es un trozo de tela remendado, mi cabello es libre y desordenado, desordenadamente libre, y mi mirada engendra sueños que nunca serán, por eso sonrío, porque lo que vendrá habrá de ir más allá de mis sueños.

miércoles, 25 de julio de 2012

Guitarrista

Siento ganas de caer, pero mi mano se extiende para alcanzarme. Esos pensamientos obscuros que se apoderan de mí, se alejan, permanecen a una distancia razonable de mi fuerza vital, incapaces de atacar, de ir por lo que consideran suyo. Un juego de sombras y luces pelea por mi alma, cada segundo perdido es una victoria y una derrota para alguno de los bandos. Mis manos tiemblan firmemente y mi duda siente dudas.

Me encuentro en el limbo agresivo de la incertidumbre, no sé qué hacer conmigo, pero siento que debo continuar, dejar la cara de pánico y seguir tocando, equivocarme con una sonrisa inmensa en mi rostro, errar cada vez más fuerte, para golpearme con mayor dolor, para levantarme con la cara ensangrentada y seguir luchando, después de todo la vida es eso, la lucha constante con nosotros mismos y con los demás, con la percepción que nos importa de los demás, con eso con lo que creemos que cargamos.

Se rompe la primera cuerda, ya no siento el sudor frío que corre por mi frente, ya no hormiguean mis dedos sobre los trastes y a duras penas veo caer la gota de sangre de mi mejilla: la cuerda me hiere. Mis dedos siguen en su vaivén y mi mirada se pierde bajo las luces del escenario. Pienso en las tantas decepciones que he tenido, en los amores perdidos, en los solos fallados, las audiciones acompañadas de insultos, los acordes malogrados y mi pésima voz. Pero es preferible saber que piso el escenario con el público dándome la espalda que tocar con músicos mediocres, con un público inexistente. Prefiero ser el peor de la banda, el que sangra en el escenario y falla sus notas, que ser el mejor de los que se dicen hacen música.

Siento ganas de caer, pero allí los veo, el bajo, la batería, el piano, la voz y la guitarra me ayudan, me dan la fuerza para salir, para continuar con mi voz de tarro y mis notas malogradas sonriendo, cantando, fallando y recibiendo las botellas que me merezco. Recuerdo que también amé, que he amado con el alma y que por esa razón han habido días excelentes, días tristes, días amargos, pero también recuerdo que siempre han estado allí, siempre están los fans, mi familia, mis amigos y mi banda y que ellos siempre están allí en los días difíciles, que siempre me respaldan, que, como en este momento, me escudan de las botellas y los vidrios que caen sobre el escenario. Pero hay peleas que deben llevarse a cabo en soledad, así que intento el solo de nuevo y por fin suena, mi voz sale tan clara que alejo el micrófono y proyecto mi voz más allá de mis sueños, los convierto en realidad y todo termina. No volveremos a tocar allí y quizá en ninguna parte en algún tiempo, pero no importa, ellos están ahí, siempre están, me felicitan. Y yo recuerdo que siempre ha habido alguien que me dice eso y que es por ellos por quienes seguiré fallando solos y dando mi mejor esfuerzo, por quienes seguiré saliendo con nervios a la tarima y siendo lo que quiero ser, pero, más aún, lo seguiré haciendo por mí, a fin de cuentas yo escribiré mi historia.

viernes, 20 de julio de 2012

Pensamientos traicionados

Quizás debamos esperarnos mil años más
tratar de olvidar los lugares jamás visitados
y las historias nunca contadas.

Un tiempo solo, sólo
una soledad sola
una amante ida
infancias perdidas
y amargos tragos.

Tal vez insistas
en dejar un tiempo para pensar
o para no pensar, definitivamente en nada
para que siga igual todo
para trasegar
Yo estaré sentado mirando la luna
satélite de luz argentina
guía en la noche obscura
de mis pensamientos
de los sueños infinitos
eternos
Quizás debamos esperarnos mil años más
tratando de olvidar pensamientos traicionados
y vivir, una vez más

sábado, 2 de junio de 2012

Quimera

Despues de muchos años, al encontrarse en el café, ella dijo: entonces digamos que fuimos novios. Cerró los ojos y, al despertar, ella estaba acostada a su lado: ya eran esposos.

martes, 22 de mayo de 2012

Un niño muerto

Un niño muerto solo
es un niño muerto
si la muerte
es la muerte
y lo mata
pero...
si la vida se lo lleva
y es vida
que tiene vida
y vive
no vale la pena
vivir
como un niño vivo
como un ente
como una existencia
como una ficción
como una vida
que siembra vida
en la muerte
que le espera
antes de nacer.

martes, 8 de mayo de 2012

Agonía

Despierta... ...  ...Despierta... ... ...Despierta.

-¿Para qué me despiertas, si por tí dormiré eternamente?

...Para terminar con tu pesadilla...

sábado, 5 de mayo de 2012

Retrato


Definitivamente había algo en ese hombre que no nos gustaba. Quizá fuera el hecho de que, desde el día en que llegó, nunca decía mucho, sólo saludaba, respondía a lo que le preguntaban, sin intentar hacer algún tipo de observación, y de vez en cuando hacía algún comentario sobre lo que hacíamos en la casa, como qué herramienta servía, qué libro leer o algunos consejos sobre cómo hacer rendir más la comida. Nunca iniciaba una conversación y de vez en cuando su mirada se perdía, como si mirara hacia dentro...

Solía vestir prendas de color oscuro, salía con gabán y sombrero: era fácil de identificar. Se despertaba temprano en la mañana, tomaba un café, esperaba al desayuno y, tras cruzar una que otra palabra acerca de cómo estaba el día, o sobre los libros que recomendaba o le recomendaban, volvía a su cuarto. Las pocas veces que dejó la puerta entreabierta logré ver, a esa hora de la mañana, que leía o escuchaba música que jamás en la vida había escuchado.

Nunca hubo quejas de él, ni problemas. No bebía, a veces fumaba, tenía una pipa algo vieja y gastada, y solía hacerlo afuera, para no molestarnos con el olor; empero, había algo de él que no me gustaba, quizá fuera su forma de ser tan extraña, tan callada y esa mirada que se quedaba quieta examinando cada detalle. Aguna cosa debía ocultar, no era como los demás inquilinos, que hacían ruido, peleaban, hablaban, inventaban rumores...

Sobre todo nos molestaba que no lograra decidirse. Siempre estaba analizando las cosas buenas y malas de cada opción y, las pocas veces en que no lo hacía, entonces decidía inopinadamente, con expresiones que rayaban con la grosería. Tenía esa horrible tendencia a gritar cuando se le repetía más de dos veces una pregunta, diciendo, a renglón seguido, que había contestado las veces anteriores y no había sido escuchado.

Me molestaba su mirada, que se tornaba iracunda cuando nos alejábamos y le dejábamos solo cuando comía, como si, en medio de esa armadura de silencio y monosílabos necesitara compañía. ¿Que acaso no podía hablar?, hubiese bastado con un par de palabras para que no se alejaran de él, para que le hicieran compañía; pero él se resignaba a mirar de esa horrible forma y seguir, siempre en silencio.

Nos parecía muy raro que, alguna vez, llegara de la mano con una señorita y le brillaran los ojos, a pesar de no darle un beso, ni hablar de cosas fuera de lo común, como si en cada estúpido detalle de la ropa, las mariposas, las nubes, hubiese algo mágico; pero más extraño aún era que, cuando estaba con ella, su voz se tornaba potente, impetuosa y hasta se le oía gritar una que otra cosa sin sentido, como si cuando estuviese con ella no necesitara ser él, o se convirtiera en otro.

Un día, sin más, se fue. Llegó la calma a la casa, no hubo más rumores, más peleas, ni más silencios. Del hombre sólo quedó un papel amarillento con unos garabatos que parecían decir "se acabó todo este sufrimiento, no me duele dejarte, amor" y fue en ese momento en el que me dí cuenta de que realmente lo odiaba, porque al leer ese papel pude sentir lo que él sentía y saber que, de no ser por él, la vida aquí sería peor.

martes, 17 de abril de 2012

La recordaba en sus olvidos...

domingo, 8 de abril de 2012

muerte


triste como sí misma,
hermosa como el suicidio;
y que me sobrevuela como una dinastía de soles.

(Alejandra Pizarnik)

viernes, 30 de marzo de 2012

Tu mirada, nuestro amor y mis sueños

Jamás se perderá su mirada de mis recuerdos.
Aunque afuera llueva y nosotros ya no estemos

aunque llueva a cántaros y ni nos busquemos
entre los cántaros rotos
como mis sueños

perdidos en un rincón
de viejos sabios
bebiendo.

No se perderá tu mirada de mis recuerdos
aunque tus ojos desaparezcan
y no quede de nosotros 
algo distinto a la nada
y no sean ya
más que cenizas, más que viento
se quedará tu mirada unida a esos momentos
en que miro al sol
[y este desaparece

Sin un orden consecuente
como el de tu mirar

unas veces perdido
otras nefasto
y hasta enamorado
sin tiempo
sin sonrisa
sin cuerpo
No seremos más que gotas
que se rompen al chocar.
como tu mirada clavada
en los eventos
que suelo soñar.
muriendo de dolor
de ojos desapareciendo
entre los viejos sabios
que continúan bebiendo.

jueves, 1 de marzo de 2012

Mi mirada se perdió, huyó tras el espejo de la entrada de aquella cárcel, ubicada en algún rincón del sitio más alejado de mi imaginación. Quedará tu imagen presa del suspenso, de la agonía de la ignorancia y sucumbirá frente a la angustiosa necesidad de ser sin estar y de estar, siendo menos que un recuerdo en una fantasía que no sucederá, entre mis cristalinos y las retinas... Allí aguardará hasta que deje de amar.

sábado, 18 de febrero de 2012

Soledad


Esa soledad de melancolías que te llena hoy
Piedras bajo tus pies descalzos
Mala fortuna
Yo veo que sigues allí
Sin detenerte, pero sin avanzar
Tal vez sea eso lo que pasa
No te cansas de esperar
Mientras nada llega, todo se va
Y no somos más que un pasado
Una imagen borrándose continuamente
En los pensamientos de otro
Sin el que no podemos ser

Esa soledad de angustias apoderadas
De caminos marcados:
Destinos. Destinos…
Hojas al viento en noches negras
Solas, como tu nostalgia
Dejando de ser
Siendo una imagen,
La misma imagen
Del dolor
Del que se fue y no regresará

Soledad
Siempre estarás tú
Soledad.

domingo, 12 de febrero de 2012

Después de la guerra, de Jotamario Arbeláez

un día
después de la guerra
si hay guerra
si después de la guerra hay un día
te tomaré en mis brazos
un día después de la guerra
si hay guerra
si después de la guerra hay un día
si después de la guerra tengo brazos
y te haré con amor el amor
un día después de la guerra
si hay guerra
si después de la guerra hay un día
si después de la guerra hay amor
y si hay con qué hacer el amor.


Jotamario Arbeláez.

viernes, 10 de febrero de 2012

Acusaciones

Ayer me dijeron un par de verdades:
Que no me canso
De hacer de víctima
Siendo victimario.

Se me acusa también
De autocompasión, grave falta
Peor pecado
Y no es falso
Una cosa lleva a la otra
No me canso
De andar nostálgico añorando
Lo que nunca jamás sucedió
Como dice el poeta.

Que mi canto es
La miseria de mi vida
Que no tengo
 Porque sufro de envidia
Hacia los débiles
Hacia los pobres de mente y espíritu
Y de amor, que no me falta;
A los faltos de comida
Y a los que mueren de amor,
Aunque yo siga con vida
Después de jugarla toda
Por una vana ilusión.

Yo me declaro culpable
De querer ser el que soy
No siendo más que la nada misma
Que habita en mis sueños
En los más violentos
Y los más tristes,
Jugando a la víctima
De mí mismo, el victimario
El que juega con tristezas
Para inventar palabras
Que no aplica
Que enseña
Que son nada
En la nada
Del sueño
Profundo
Violento
Y en calma
A cada momento.

Se me acusa del silencio
Y de ceder
Si cedo es por efecto
Y por defecto:
Una cosa seguirá
Llevando a la otra.
Ceder es de caballeros
Porque el hombre es educado
O trata de serlo
Y ya no queda lugar en el mundo
Para ser uno mismo
Con otra persona, ¿verdad x-504?

Una cosa lleva a la otra
Y lo otro es una necedad
De no estar cuando hay necesidad
De respetar el compromiso adquirido
Sobre lo que en un instante pedirán
De estar calmado y callar
Y mejor me callo
Antes de volver a empezar
Porque
Entonces
Las víctimas serán los victimarios
Y por el hecho de ser víctimas
Me querrán ejecutar.


martes, 7 de febrero de 2012

El adiós

Acabaremos con todo
con lujo de detalles
con ganas de no volver
de no estar más, para siempre.

La soledad regresará
llevándose lo que queda
las palabras en el aire
la lealtad del que sueña.

El tiempo terminará
No quedarán los caminos
Morirán los sueños,
Y todo estará perdido.

Adioses se perderán
quedaremos en el aire
nuestras almas calladas
nuestros besos de miel
y, en fin, todo
yacerá con el destino.

jueves, 2 de febrero de 2012

El silencio de una rosa




El silencio de una rosa en la noche da más testimonio de Dios que la teología,
y tal vez tenga el secreto que la belleza de la palabra no puede nombrar.

(Gonzalo Arango)

lunes, 23 de enero de 2012

Sueños (Cortometraje)




Dream on, until your dreams come true...

viernes, 13 de enero de 2012

El adiós

(Mientras se prepara para leer un gigantesco tomo de antología de la poesía universal, el ruido de la puerta se escucha. Se levanta para ver quién es, abre la puerta y es recibido por una mujer, que le da un beso en la mejilla. Ella lo abraza y le dice algo al oído, empezando la conversación).

-¿Por qué habría yo de dejar todo atrás y quererte? ¿Por qué dejar mi familia, mi hogar, mi historia e ir tras de ti?

-Porque tu siempre me has amado, intensamente. ¿Lo olvidas?

-Por supuesto que no, pero conozco mi historia y no pienso repetirla. Quizá a ti se te olvide que pasé por muchas cosas terribles contigo antes de poder llegar a amarme, ¿no te parece?

-Para nada, sabes que todo fue una serie de errores, no tienes idea de lo que he sufrido después de saber lo que hice. Los días y las noches se han vuelto más largas desde entonces y no he podido dejar de pensarte... Mi vida no ha sido igual y, con el tiempo, con estos años que se nos han ido sin estar, sin ser, he aprendido que eres tu quien me hace valer, quien me impulsa a vivir. Ven conmigo, vuelve al lugar al que siempre debiste pertenecer.

-No creo en tus palabras, mujer, han sido diez años de agonía.

-Las cosas han cambiado, así como yo. No existen motivos para engañarte, no los hay para dejarte. Ven conmigo y vive la fantasía que jamás pudiste realizar. ¿Qué esperas?

-¿De ti? Nada, ya no espero nada. Mi vida la construí a partir de mis fantasmas y mis experiencias, de mi pasado y mi presente. No eres más que una imagen, eres sólo un nombre que me recuerda cómo debo actuar, cómo debo olvidar. No existen razones para vivir "mi fantasía".

-Y... ¿No son mis besos las razones que buscas? ¿No son mis labios los sueños que te encuentran en medio de las noches de verano, estrelladas y sin luna, razones por las qué luchar?

-No lo son ahora y los sueños... Sueños son.

.-Pero también la vida es sueño, no se te olviden las palabras de Calderón. Y el sueño de tu vida soy yo, ven conmigo, quédate esta noche, seamos uno, para siempre.

-Por favor, no pretendas que te crea, excusándote en Calderón. Traro de expulsarte de este infierno sobre el que edifico mi vida y allí soy feliz. Si esta vida, este Averno, fuese un sueño, sería pesadilla y podría despertar, o dormir infinitamente, soñando algún cielo. Sin ti.

-Ven conmigo, déjame reencontrarte. Hacer esa vida perfecta, que siempre soñaste, que ahora yo sueño. Vive el tiempo conmigo, haz realidad ese sueño.

-No me pidas que recuperemos el tiempo que nunca tuvimos.

-¿Acaso no quieres estar conmigo?

-¿Realmente estás aquí?

-¿Por qué siempre me preguntas eso?

-La razón es simple. Siento que muchas veces no estás, no porque no te vea, no te escuche o no te sienta, sino porque, parafraseo a Pizarnik, siempre existirá el miedo de otra imagen, el miedo de otra imagen.

-¿Otra imagen?

-Así es, otra imagen. La tuya distorsionada por mis ilusiones.

-Entiendo, pero puedo asegurarte que soy tu realidad, que soy tan real como el corazón león, llevado a juicio por tu caballo.

-¡Eso es! Tu eres una imagen, nada más.

-¡Respétame! Lo siento... ha sido un lapsus. Comprenderás que siento nervios de estar aquí, me invade esa timidez de antaño, la que dejabas en los ojos de las estatuas.

-Fíjate en cómo vas desapareciendo con cada cita que me robas, con cada palabra colocada por mi en esos labios que no te pertenecen, porque son los míos.

-Adiós entonces, perdiste la oportunidad de vivir el sueño de tu vida.

-Hace mucho tiempo que dejé de soñar historias que cambian mi vida de repente. Ya no espero nada.

(Ella desaparece lentamente, mientras el vuelve a la lectura)

martes, 10 de enero de 2012

Casandra

Los padres estaban desesperados, 6 años de psicólogos y psiquiatras que no daban resultados, cambios de jardines y colegios tan frecuentes como el cambio de ropa los tenían en una situación tan tensa que no sabían ya qué hacer: a su niña le gustaba jugar con la soledad.

Todo empezó cuando un día, luego de gritar por toda la casa, de haber hablado sin parar y de pedirle que guardara silencio, así como de enviarla a la escuela más estricta de la ciudad, por aquello de la disciplina; ella se alejó. Por supuesto los primeros días fueron de la más fantástica alegría: no hubo gritos en la casa, no hubo niños en casa destrozando los muebles, corriendo por los corredores y poniendo en peligro los jarrones por los que tanto habían ahorrado el poco dinero que quedaba luego de pagar las cuentas de las diez casas, tres locales comerciales y la "pérdida" de Fido, el perro viejo y gordo que solía subirse a la cama en las mañanas de Domingo. Con el paso de los días, se dieron cuenta que gustaba de estar sola, ya no saludaba, no comía, ni hacía sus deberes, la situación de la niña era crítica: ¿Qué clase de educación le estaban dando?

Fue así como los padres entraron de forma intempestiva donde la maestra que leía cuentos a su clase. Haciendo uso de la mayor igualdad que les caracterizaba, lograron el traspaso de la macabra profesora hacia el lugar más alejado que fue posible, puesto que, como era obvio, el problema estaba en la clase de formación académica que se le daba a la pequeña princesa. Como si fuesen coincidencias del estilo de Julio Medem o de Milan Kundera, una lágrima ubicua brotó de ojos diferentes, era el llamado de la Soledad.

La situación no cambió por un cambio de maestro, ni de dos, ni de diez, el problema, caro estaba, era de la escuela. Entonces la odisea educativa dio su inicio, una mágica travesía que, a través de los ojos de la hermosa mujercita apareció como una infinidad de mundos y personas, culturas y perversioens diferentes, mientras los padres tiraban su dinero, inconscientemente, tratando de alejar la soledad de la vida de su hija amada.

Cada día era una nueva aventura, cada escuela tenía un mundo de mil puertas abiertas por las qué escapar, páginas de un diario de la segunda guerra mundial, infantes magos y sus aventuras en un año de escuela, un viaje de cinco semanas en globo y, de forma excepcional, dos o tres personas a quienes podía llamar amigos... En fin, no había necesidad de más, allí estaba todo lo que deseaba. Empero, a sus padres los diagnósticos de depresiones, autismo, misantropía y pesismismo les revolvía el estómago y era esto lo que los impulsaba a reprimir la felicidad que se encuentra al estar dentro de sí, creando un mundo maravilloso que jamás podrá existir en una triste realidad.

El tiempo fue pasando y la belleza de los detalles fue acrecentándose, como la mirada de las flores bajo el sol de los venados, o los cuadros surrealistas, el minimalismo musical y la ópera; mientras los padres luchaban incansablemente por buscar una cura contra la melancolía que nacía de los problemas del mundo, las palabras fuertes frente a situaciones cotidianas, el odio hacia todo aquel que le obligaba a pensar de forma igual a la del común. Así, en medio del olor a hospital y los divanes, la niña aprendió a escribir y en ello halló esa chispa que la elevaba hacia ese mundo que había creado, y, más importante aún, le permitía enseñarlo al mundo.

Evidentemente no había cosa distinta a un rechazo general en lo que hacía, cada vez que sus padres leían las pocas palabras impresas con el corazón y la razón actuando conjuntamente para lograr el fin de plasmar su alma en un papel, y así aprendió a sufrir. Las historias entonces tomaron un matiz nostálgico, triste, y la música le llegó tan hondo en su alma, que fue sueño, y, como en la filosofía de la historia de Hegel, fue extravagante. Los ritmos del rock, la psicodelia y el jazz fueron inspiración para sus historias, que se mezclaban con los estilos de los autores que iba leyendo y que la llevaban hasta nuevos lugares. El blues aportó la melancolía, que es su significado, a las historias, que cada vez eran más tristes y más hermosas, 

Sin embargo, a pesar de que sus fronteras interiores se ampliaban con cada canción, poema, novela, película, obra de teatro y conversación con gente desconocida en lugares no pensados, como el transporte público o la calle en los días de lluvia, se mantenía presente el problema de hablar con conocimiento, y a veces intuyendo el futuro, sin ser tenida en cuenta. Esta situación, tan repetitiva como depresora, hizo que aceptara que, después de todo, el hombre es y seguirá siendo un lobo para el hombre, que no hay una razón para una revolución fundada sobre ideas claras, porque más fácil es que un hombre crea una gran mentira que una pequeña; y sólo la llevó al grado de abstracción más alto jamás logrado: una absoluta soledad.

Ya no hubo palabras que salieran de su boca, o letras grabadas en papel, en las paredes; tampoco hubo gestos, todo era una total indiferencia. Los padres, que no podían tolerar esta situación, decidieron someterla a las más avanzadas terapias. El psiquiatra ordenó carbonato de calcio, su situación era grave, y funcionó. Se vio una mejoría en su estado de ánimo, ya hablaba, si bien no era una conversación fluida, ni interesante, como otrora, pero, quedaba un rezago de esa horrible indiferencia en su mirada. Pronto, los medicamentos llegaron a dosis que, de ser sobrepasadas, podrían llevarla a una adicción que sería más perjudicial para su salud que su estado de locura permanente y, desde la última vez que habían acudido donde el doctor, clínica. Los padres, devastados, decidieron internarla en el manicomio. Su situación se fue tensando, hasta que la responsabilidad sobre el estado de salud de la niña, ahora señorita, recayó sobre uno y otro de los padres, como en un juego de ping-pong.

Al dejarla allí, como por arte de magia, ella exclamó: Vieron la paja en el ojo ajeno y no se percataron de la viga en el propio... mientras era arrastrada por unos enfermeros que más parecían guardias de taberna. Los padres no volvieron a visitarla; incluso en su locura seguía siendo intransigente y grosera... Sólo volvieron para recibir la noticia de que Casandra había muerto. Las lágrimas brotaron y la compasión llenó los corazones de los padres que perdían a su única hija. Con las pocas cosas que le permitían tener en su habitación, les entregaron una hoja de papel en la que transcribía una de sus "conversaciones con la soledad", como lo refirió el doctor. La hoja fue desechada, puesto que un loco jamás podrá ser un genio.