martes, 22 de mayo de 2012

Un niño muerto

Un niño muerto solo
es un niño muerto
si la muerte
es la muerte
y lo mata
pero...
si la vida se lo lleva
y es vida
que tiene vida
y vive
no vale la pena
vivir
como un niño vivo
como un ente
como una existencia
como una ficción
como una vida
que siembra vida
en la muerte
que le espera
antes de nacer.

martes, 8 de mayo de 2012

Agonía

Despierta... ...  ...Despierta... ... ...Despierta.

-¿Para qué me despiertas, si por tí dormiré eternamente?

...Para terminar con tu pesadilla...

sábado, 5 de mayo de 2012

Retrato


Definitivamente había algo en ese hombre que no nos gustaba. Quizá fuera el hecho de que, desde el día en que llegó, nunca decía mucho, sólo saludaba, respondía a lo que le preguntaban, sin intentar hacer algún tipo de observación, y de vez en cuando hacía algún comentario sobre lo que hacíamos en la casa, como qué herramienta servía, qué libro leer o algunos consejos sobre cómo hacer rendir más la comida. Nunca iniciaba una conversación y de vez en cuando su mirada se perdía, como si mirara hacia dentro...

Solía vestir prendas de color oscuro, salía con gabán y sombrero: era fácil de identificar. Se despertaba temprano en la mañana, tomaba un café, esperaba al desayuno y, tras cruzar una que otra palabra acerca de cómo estaba el día, o sobre los libros que recomendaba o le recomendaban, volvía a su cuarto. Las pocas veces que dejó la puerta entreabierta logré ver, a esa hora de la mañana, que leía o escuchaba música que jamás en la vida había escuchado.

Nunca hubo quejas de él, ni problemas. No bebía, a veces fumaba, tenía una pipa algo vieja y gastada, y solía hacerlo afuera, para no molestarnos con el olor; empero, había algo de él que no me gustaba, quizá fuera su forma de ser tan extraña, tan callada y esa mirada que se quedaba quieta examinando cada detalle. Aguna cosa debía ocultar, no era como los demás inquilinos, que hacían ruido, peleaban, hablaban, inventaban rumores...

Sobre todo nos molestaba que no lograra decidirse. Siempre estaba analizando las cosas buenas y malas de cada opción y, las pocas veces en que no lo hacía, entonces decidía inopinadamente, con expresiones que rayaban con la grosería. Tenía esa horrible tendencia a gritar cuando se le repetía más de dos veces una pregunta, diciendo, a renglón seguido, que había contestado las veces anteriores y no había sido escuchado.

Me molestaba su mirada, que se tornaba iracunda cuando nos alejábamos y le dejábamos solo cuando comía, como si, en medio de esa armadura de silencio y monosílabos necesitara compañía. ¿Que acaso no podía hablar?, hubiese bastado con un par de palabras para que no se alejaran de él, para que le hicieran compañía; pero él se resignaba a mirar de esa horrible forma y seguir, siempre en silencio.

Nos parecía muy raro que, alguna vez, llegara de la mano con una señorita y le brillaran los ojos, a pesar de no darle un beso, ni hablar de cosas fuera de lo común, como si en cada estúpido detalle de la ropa, las mariposas, las nubes, hubiese algo mágico; pero más extraño aún era que, cuando estaba con ella, su voz se tornaba potente, impetuosa y hasta se le oía gritar una que otra cosa sin sentido, como si cuando estuviese con ella no necesitara ser él, o se convirtiera en otro.

Un día, sin más, se fue. Llegó la calma a la casa, no hubo más rumores, más peleas, ni más silencios. Del hombre sólo quedó un papel amarillento con unos garabatos que parecían decir "se acabó todo este sufrimiento, no me duele dejarte, amor" y fue en ese momento en el que me dí cuenta de que realmente lo odiaba, porque al leer ese papel pude sentir lo que él sentía y saber que, de no ser por él, la vida aquí sería peor.