martes, 23 de octubre de 2012

Déjame sufrir



Déjame sufrir con honor
Con orgullo
Con desdicha
Sin ti.

Yo te amé primero
Sin estar
Estando
Soñando.

Tú,  te acercas
Yo no quiero
No espero
Desespero
Y vuelvo a amar
Amándote
Sufriendo porque estás
Porque no estás
Porque nunca viniste
Y no regresarás.

Mis palabras caen por la borda
Mientras tú besas
Amas, esperas y desesperas
En la esperanza de poder amar.

jueves, 11 de octubre de 2012

Conversación


No nos queda nada, dijo él, somos dos existencias impensables, incapaces de alterar la realidad.  ¿Acaso importa cambiarla, es necesario ser algo más que impensable para encontrar la felicidad?, preguntó ella. No lo sé, dudó él, es sólo que… viéndote ahí, fumando tranquila, quisiera salir y decirle al mundo que entiendan la realidad de lo que significa amar: tú y yo acostados, yo mirándote, ambos pensándonos. Tú pensando, cariño, no lo olvides, tú, siempre pensando, dijo ella. Afuera, la lluvia cae lentamente, pasan algunos transeúntes, todos con sombrillas; ella sigue fumando, se termina el cigarrillo. ¿Y si nuestro amor llega al mundo por intermedio de un solitario escritor?, pregunta. Él contesta, entonces, todo está bien, perdámonos en nuestra alegría, en nuestra vida; se acerca a ella, que apaga el cigarrillo sobre el cenicero de mármol, la abraza y se juntan sus labios en un beso largo y tierno, se siente como un primer beso. Quizás porque es el primero de su felicidad.

martes, 2 de octubre de 2012

Cuando despierten, de Constantine Cavafy



Trata de guardarlas, poeta,
por más que sean pocas aquellas que se detienen.
Las visiones de tu amor.
Ponlas, medio ocultas, entre tus frases.
Trata de retenerles, poeta,
cuando despierten en tu mente
en la noche o en el fulgor del mediodía.

La invitación amable, de Alfonsina Storni


Acércate, poeta; mi alma es sobria,
de amor no entiende -del amor terreno-
su amor es mas altivo y es mas bueno.

No pediré los besos de tus labios.
No beberé en tu vaso de cristal,
el vaso es frágil y ama lo inmortal.

Acércate, poeta sin recelos...
ofréndame la gracia de tus manos,
no habrá en mi antojo pensamientos vanos.

¿Quieres ir a los bosques con un libro,
un libro suave de belleza lleno?...
Leer podremos algún trozo ameno.

Pondré en la voz la religión de tu alma,
religión de piedad y de armonía
que hermana en todo con la cuita mía.

Te pediré me cuentes tus amores
y alguna historia que por ser añeja
nos dé el perfume de una rosa vieja.

Yo no diré nada de mi misma
porque no tengo flores perfumadas
que pudieran así ser historiadas.

El cofre y una urna de mis sueños idos
no se ha de abrir, cesando su letargo,
para mostrarte el contenido amargo.

Todo lo haré buscando tu alegría
y seré para ti tan bondadosa
como el perfume de la vieja rosa.

¿La invitación esta... sincera y noble.
Quieres ser mi poeta buen amigo
y sólo tu dolor partir conmigo?

Cancioncilla, de León de Greiff


Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a ésa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño...

Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a ésa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.

Quise una vez y desde nunca 
-ya la querré y hasta que muera-
a ésa mujer, en cuya boca
gusté -otoñal- la Primavera.

Quise una vez -nadie así quiso
ni así querrá, que es arduo empeño-
a ésa mujer, en cuyo cálido
regazo en flor ancló mi ensueño.

Quise una vez -jamás la olvide
vivo ni muerto- a ésa mujer,
en cuyo ser de maravilla
remorí para renacer...

Y ésa mujer se llama... Nadie,
nadie lo sepa -Ella sí y yo-.
Cuando yo muera, digas -sólo-
quién amará como él amó?