viernes, 14 de agosto de 2015

Signos

Quizás era la forma en que lo miraba, o tal vez su sonrisa, escondida tras esa mirada impávida. Nunca lo sabría, pero estaba seguro de que había algo, de que existía una conexión que los unía más allá del sutil cruce de miradas.

Aunque trataba de evitarlo, no paraba de pensar en qué podría ser aquello que le generaba aquella sensación de extraña seguridad cada vez que se acercaban, cada vez que se encontraban. No podía describirlo, pero lo sentía de una forma tan fuerte que, tras cada roce involuntario, sentía cómo sus pieles se erizaban y, de alguna manera, sus almas se gritaban en silencio una necesidad indescriptible de tocarse, de permanecer juntas.

Sin embargo, había algo que siempre evitaba dar un paso más allá. Una inseguridad exagerada que lo cubría por completo tras cada declaración de amor entre líneas. Veía, impotente, cada palabra acomodada secretamente en cualquier cosa que le escuchaba. Comprendía la forma en que cada palabra era pronunciada, como si allí hubiese más de un mensaje. Buscaba un signo.

Así, iba pasando el tiempo. Pasando el tiempo iban los dos, cada vez que se encontraban. Pensaba en la necesidad de sentir el cálido tacto de su piel sobre la suya, sin saber cómo acercarse, con temor al fracaso, de volver a amar. Un ligero roce, tomar su mano... acercarme, acercarnos... Signos...

Seguía buscando signos, que se negaba a encontrar. Y siguió pasando el tiempo, el sol, la lluvia y... Un corazón delator, una pasión desenfrenada que los llevó al parque en medio de la lluvia. Como si la ciudad se extendiera con cada gota que caía, corrieron hasta esconderse bajo el primer árbol que encontraron y se sentaron a descansar. Qué hermosos sus ojos bajo la lluvia. Un abrazo tibio y el agua resbalando por sus pómulos, sus miradas fijas: El signo. Acto seguido, un beso tierno, una sonrisa, un hermoso guiño en sus ojos.

Signos, dijo ella. Signos, dijo él.