viernes, 20 de marzo de 2015

La realidad: una historia más

No era algo personal, era sólo que allí no había nada más y... siempre debe haber algo. No lo percibió, sino mucho tiempo después, al descubrir que sólo estaban los dos y que, no por destino, sino por exclusión, la vida era una constante persecución. Unos días era cazador y... los siguientes, presa. Y así pasaban sus tardes de miradas alejadas y vacías, pensando en que lo que ayer era guerra, hoy se convertía en amor, enredado en un círculo vicioso y viciado de la monotonía de aquella realidad. Y, de alguna forma, tenía que terminar.

Después llegó el mundo. Apareció como una pequeña mancha de azul que se convirtió, para él en cielo, en mar. Y lentamente se dividieron dando lugar al blanco, al verde y también al rojo, cuyos conceptos también se desarrollaron a medida que veía pasar el tiempo y el constante y lento devenir de esa nada convertida en algo a la que llamaron mundo, que llamaron tierra, cielo, mar, fuego. Y con cada paso imperceptible de ese algo desarrollado nació la emoción, y la persecución fue para ella guerra y fue para él amor. Pero cambiaban y otras veces era pasión, era odio, era dolor.

Con cada acontecimiento nacían las palabras y, de las palabras, las ideas. Después las letras, las vidas, las muertes y la imaginación, que entraba desapercibida en su mente cada vez que veían que llegaban las personas y que él no las tenía, sólo las veía. Se alejaban. Se alejaban cuando trataba de acercarse y lo veían. Se iban con ella que estaba allí, creciendo con la idea de belleza, de representación, de mitología, de teología y de Dios. Empero, allí no hubo nada más.

Escenarios vacíos de vida, sólo objetos, autómatas humanos adornando el lugar. Sólo ellos dos allí, presa de sus cuerpos, de sus sentimientos y de la exclusión. Como agua y aceite, juntos pero no revueltos, sin forma alguna de escapar. La eternidad en su nada, siempre solos los dos.

Después de muchos mundos, de la vida, de las palabras... La realidad: Un hombre escribiendo su mundo en un blog. No hay nada más, salvo una imagen, una mujer, una historia más.

viernes, 13 de marzo de 2015

Nueva percepción

Hola de nuevo.

Quizás estas líneas sean poco coherentes con otras tantas que se han escrito, en el mismo sentido. Cuando todo va mal, sólo puede ser tristemente peor. Y así ha sido, hasta hace un par de años. Julio de 2013 será el punto que marque la ruptura entre lo que fui y lo que seré. Considéralo un presente.

Han pasado tantas cosas que estos meses caen como décadas en los que cada día del calendario se siente como una pequeña eternidad, llena de utopías y anacronismos en los que aún me siento a pensar cuando no hay más. Pareciera ayer que íbamos de la mano pensando en llevar una vida juntos, que jamás nos separaríamos y que, después de todo, siempre estaríamos allí, el uno para el otro.

La realidad es que el engaño de nuestros sentidos se torna cada vez más evidente, como tus detalles obscenos, tus simpatías absurdas y el conflicto de tener que tenerte al lado, como quien lleva su piedra en el zapato.

No había, entonces, mucho por decir(nos), desde el principio se vio el final y las líneas que un día fueran venas por las cuales fluía la sangre de tu inspiración se secaron para convertir mi escritura en arena y erosión. Mis palabras, un desierto sin oasis en que no había nada sino tú, una imagen idealizada de un pasado inexistente, aflorando entre las piedras de una única ocasión: una noche, una noche toda llena de murmullos y canciones repetidas que marcaban un final. ¿Coincidencias?, No, sólo la imposibilidad de lo inevitable: La vida, en su máximo esplendor.

Ahora... ahora eres una planta atada a tu lugar de nacimiento, echando raíces en el último rincón del mundo incivilizado del que provienes, como quien no tiene más qué hacer y decide quedarse en su estanque, a salvo del mundo exterior, perdiendo la perspectiva del horizonte.

Yo no soy un hombre libre, pero trato de hacer frente a mis cadenas. A lucirlas y a utilizarlas para atacar a quien me oprime. Unas veces mi pasado, otras tantas tú, como fantasma de aquel tiempo irrenunciable que alguna vez fui yo.

Ahora, camino bajo la mirada de las parcas, esperando la oportunidad para escapar y condenarme a la libertad de crecer, de ir a algún lugar en el que pueda ser, simple y plenamente por un tiempo, para después volver y echar raíces donde nunca nada crecerá, pero después de haber visto el mundo, estar en ese más allá.

Quizás no llegue con alhajas doradas, ni con riquezas. Pero habré cumplido un sueño más grande que mi sueño en vos: Por fin seré yo. 

Hola y adiós.

Hola, de nuevo.

Parece que, otra vez, estamos frente a frente. No quisiera decir que te extraño, pero... al parecer no hay otra forma de expresarlo: me haces falta.

Podría decir que ha pasado una eternidad desde la última vez que nos vimos, aunque realmente no haya sido tanto tiempo: uno, dos años, quizás. Pero has cambiado, he cambiado y ya nada podrá regresarnos a lo que éramos, aunque nada nos permita dejar que ser lo que somos.

Llevaba tanto tiempo esperando una comunicación tuya, que he perdido la esperanza de tener algún contacto y por eso te escribo. El trabajo no permite algo más que salir a caminar, bajo obligación, por un par de calles, siempre iguales; la ciudad pierde su encanto cuando se reduce a pocas cuadras y un reparto que nunca cambia: trajes grises, caras serias, mentes de concreto. Haces tanta falta que ya no salen las palabras y este no es más que un impulso desesperado en una noche de insomnio. Pero tu ausencia y mi silencio sólo confirman que no regresarás, que tendré que buscar razones y trabajar con asiduidad y perseverancia... No puedo negar que tengo miedo y, empero, aquí estamos, frente a frente, ¡Inspiración!

Siento un inmenso miedo al cambio, pero creo que no hay otra forma de continuar. He de seguir mis pasos y dejarte ser libre, sin más. Debo hacer mi camino más allá de tus dictados, tus susurros escondidos tras las gotas que caían sobre mi ventana, las lágrimas deslizándose por mis mejillas y la frustración de ser quien soy.

Considera estas líneas como un adiós.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Una dosis de realidad

Utopía.
Regreso a la idolatría fantasmagórica
de tus ojos perdidos en otros ojos,
no los míos, no los del mundo;
los de un alguien que no será alguien,
alguien que sólo será, si algún día llega a ser.

Regreso a la tierra perdida del escape,
al tiempo de la sinrazón
y la ironía de ver
que no hay más por decir
y que no hay más por ver,
salvo lo esperado:
correr hacia la nada
esperando encontrarlo todo.

Regreso a la realidad,
de su ausencia, de su propia realidad
idealizada en instinto superfluo,
en arcaico sentimiento
de absurda tristeza,
de saber que no hay más,
si a eso se refiere.

De saber que todo sabe a mierda
y que no vale nada más soñar
ni decir.
Aún sentir es una farsa
para quien alguna vez pensó,
que salir sería la opción
para volver a estar ahí,
en el mundo de los sueños,
donde cada noche
dio a su amor un beso,
que jamás habrá de recibir.

Regreso.
Las parcas están sentadas,
están mirando,
pero no lo dejan ir.