martes, 28 de julio de 2015

Encuentros con ella

Todas las veces sucede igual. De pronto, voy por la calle y la veo pasar, de casualidad, por allí, mostrando esa gran sonrisa tras unas gafas que de alguna extraña forma le siguen quedando bien. Veo brillar sus ojos y, lentamente, como quien no quiere la cosa, poso mi mirada sobre la suya, como quien va buscando lo que espera encontrar. 

Ella se acerca, con cada paso tan suyo como sólo podría ser, mientras yo, torpemente, procuro no caer al suelo, mientras intento, tímidamente, acercarme a su existencia, que, de alguna forma, irradia color al mundo gris.

Se dibuja su sonrisa y mis ojos, como dormidos, sólo la pueden contemplar; mi sonrisa, a medio esbozar, intenta mostrar torpemente la alegría que me colma cada vez que la veo cerca, pero a lo sumo se acerca a la calma que siento cuando, momentos después, me abraza y besa, con una ternura infinita.

Lo que pasa después, por supuesto, depende del lugar, de la situación, pero siempre es igual. Queda, como siempre, un ligero dejo de felicidad.

viernes, 24 de julio de 2015

Recesos

Ahora que me fijo con atención, aquí hubo un receso. Escribo esta palabra por no poner una más cruel o no poner una expresión más indignante, como bloqueo de escritor (si cabe la expresión) o falta de inspiración. Fue poco más de un año en que este pequeño cúmulo de fantasías, de "experimentos de sentido sobre decisiones pasadas" tuvo la posibilidad de estar, sin más, a la deriva. ¿Razones?, quizás desinterés, probablemente miedo. Miedo al cambio, temor de mí.

Claro, son sólo sueños. Pero son sueños que, en algún momento, se presentaron como una realidad, como ucronías despistadas provenientes de un ideal. Fantasías de un Pigmalión perdido por su Galatea durante más de cinco años. Sentimientos traicionados sobre palabras e imágenes mostradas con el ánimo de gritar en silencio una verdad que entonces no era capaz de vislumbrar.

Sueños que, tras la caída de la estatua de su pedestal, perdieron su sentido, quebraron las manos del escultor que se esconde tras sus historias, del traicionado que no quiere regresar.

Fue algo más de un año de un pequeño mundo a la deriva, sin su creador, sin su capitán... Despúes, la decepción. Con octubre se fue una carta que marcó la decisión de no continuar, pero el temor de cerrar, como quien guarda la esperanza, la "obra" que logró crear. Una esperanza de un regreso que ya no sucederá, una bitácora de recuerdos de la estatua en su pedestal. Galatea en metamorfosis, demasiado humana para ser verdad: vicios y defectos, mentiras, traiciones, ansiedad. Galatea definitivamente humana, sin posibilidad de regresar.

Un año y un tanto de andar sin rumbo, obra y autor, tratando de recordar qué motiva a un escritor, cómo se escribe y... lo más difícil, cómo volver a empezar, después de haber perdido el rumbo.

Después, una dosis de realidad. Galatea prostituida, una historia más para olvidar. 

Ahora, para terminar, Perséfone vuelta sombras, un cadáver putrefacto que viene el invierno a dejar. Una nueva oportunidad, tras un largo tiempo deambulando en la propia obscuridad.

Quizás, también es bueno, a veces, descansar.

viernes, 17 de julio de 2015

Perséfone

De pronto, el silencio retumba en mis oídos y no veo forma de escapar. Siento el frío invadiendo cada poro, y el olor de tierra mojada se mezcla con el gusto del vino que no termina de añejar. Dentro de mí, voces luchan desesperadamente por escapar, por salir y terminar con la presión de guardar aquel silencio mezclado con sangre y lágrimas, que sigue derramándose sobre la habitación en que solíamos estar.

Un ruido sordo me acompaña en cada paso; debo escapar, pero cada camino que encuentro se encuentra cercado por un guardián: un silencio; unas voces, culpables, que tratan de huir a un más allá; un silencio de sangre y lágrimas, un gusto a vino y el olor a tierra mojada, que se entrelazan y se unen en la más profunda oscuridad: el grito culpable del que debe callar. La muerte. 

Sigue allí, desvanecida, mientras evito pensar, ver su delgado cuerpo de mujer, saberme suyo por un momento de éxtasis que no se repetirá. Una calma insoportable se aproxima como niebla, mientras su figura se esfuma, lentamente, y se funde con esta oscuridad que pronto terminará por consumirme, por volverme ruido sordo y silencio, tierra mojada y vino; voces y silencio, sangre y lágrimas, las mismas que aún alcanzo a ver sobre su rostro cadavérico, sobre sus cuencas vacías, solitarias como quien la mira, como quien la amaba... Como yo, que ahora la pierdo, con cada palabra, con cada silencio.

Su cuerpo, ya putrefacto, se aliviana, se vuelve humo y tiene olor de almendras. No cabe duda de que se va, se pierde en la nada que quedó tras los acordes tristes del piano que alguna vez tocó. Apenas es posible entrever su silueta, que desaparece lentamente entre las palabras calladas de aquellas voces. Sangre y lágrimas se apagan, y gota a gota, crecen la oscuridad y el silencio.

Un negro profundo invade la habitación y ya no es posible verla. Sólo queda el vago recuerdo de su cuerpo desnudo y blanco sobre el piso. El olor a tierra y vino se ha desvanecido con la última de sus miradas tristes, vacías. No hay más ante mí que el fantasma de sus cuencas, su espalda desnuda y blanca. Y su silencio, jamás podré olvidar su silencio.

Aún debo escapar, pero ya no desespero. Una calma insoportable se ha apoderado de este espacio, que descansa como un cementerio. Un silencio apaciguado ha invadido mi cuerpo y sólo me recuesto. No hay más salidas ni parece haber algún escape. Las voces han callado y no queda nada más que esperar.

Entonces, ella vuelve.