jueves, 11 de octubre de 2012

Conversación


No nos queda nada, dijo él, somos dos existencias impensables, incapaces de alterar la realidad.  ¿Acaso importa cambiarla, es necesario ser algo más que impensable para encontrar la felicidad?, preguntó ella. No lo sé, dudó él, es sólo que… viéndote ahí, fumando tranquila, quisiera salir y decirle al mundo que entiendan la realidad de lo que significa amar: tú y yo acostados, yo mirándote, ambos pensándonos. Tú pensando, cariño, no lo olvides, tú, siempre pensando, dijo ella. Afuera, la lluvia cae lentamente, pasan algunos transeúntes, todos con sombrillas; ella sigue fumando, se termina el cigarrillo. ¿Y si nuestro amor llega al mundo por intermedio de un solitario escritor?, pregunta. Él contesta, entonces, todo está bien, perdámonos en nuestra alegría, en nuestra vida; se acerca a ella, que apaga el cigarrillo sobre el cenicero de mármol, la abraza y se juntan sus labios en un beso largo y tierno, se siente como un primer beso. Quizás porque es el primero de su felicidad.

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