viernes, 13 de agosto de 2010

Distopía....

Era una noche de verano, de esas en que las nubes son un manto semi transparente que cubre y acaricia con su suave textura a las estrellas que, relucientes y radiantes, adornan el firmamento, haciendo que el frío sea mayor y la tensión baje, a punto tal, que no bastan las chaquetas o los abrigos, para lograr escapar a su magia, y a la irresistible gana de admirar...

Un hombre iba caminando mientras miraba al cielo; dio un par de pasos y cayó, pero, para sorpresa suya, alguien lo estaba observando, llevaba su misma vestimenta, a saber, una larga chaqueta de color azul, similasr a un gabán, un pantalón negro en dril y unos zapatos terminados en punta, que le hacen ver mucho mejor,  más elegante, debido a lo vistosos que son; iba caminando por la universidad nacional, detrás del edificio de ciencia y tecnología, cuando cayó, notó entonces que ese extraño que le miraba tenía una particularidad: era igual a él.

Es increíble que ese hombre haga lo que yo, pensó; y viéndolo caer, se quedó quieto por un instante, miró al cielo y volvió a bajar la mirada, el hombre se encontraba en el piso, sacudiendo el polvo y la tierra que quedó sobre su ropa, que era igual a la que él llevaba puesta y se puso en pie. Le miró y le hizo una seña que el conocía, saltó moviendo las manos como sólo él lo suele hacer; palideció. Su rostro se puso de un color amarillo, sus ojos se quedaron quietos mirando al extraño personaje que, lentamente y sin afán, se acercaba a su persona.

Las nubes se volvieron más grises, obscurecidas taparon la luna, única luz a esa hora de la noche, en que ya los vigilantes se han ido... Sus ojos brillaron y entonces, al tocarlo, murió, porque la paradoja de dos hombres iguales en un mismo sitio, la posibilidad de la ubicuidad, es imposible.

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