martes, 10 de enero de 2012

Casandra

Los padres estaban desesperados, 6 años de psicólogos y psiquiatras que no daban resultados, cambios de jardines y colegios tan frecuentes como el cambio de ropa los tenían en una situación tan tensa que no sabían ya qué hacer: a su niña le gustaba jugar con la soledad.

Todo empezó cuando un día, luego de gritar por toda la casa, de haber hablado sin parar y de pedirle que guardara silencio, así como de enviarla a la escuela más estricta de la ciudad, por aquello de la disciplina; ella se alejó. Por supuesto los primeros días fueron de la más fantástica alegría: no hubo gritos en la casa, no hubo niños en casa destrozando los muebles, corriendo por los corredores y poniendo en peligro los jarrones por los que tanto habían ahorrado el poco dinero que quedaba luego de pagar las cuentas de las diez casas, tres locales comerciales y la "pérdida" de Fido, el perro viejo y gordo que solía subirse a la cama en las mañanas de Domingo. Con el paso de los días, se dieron cuenta que gustaba de estar sola, ya no saludaba, no comía, ni hacía sus deberes, la situación de la niña era crítica: ¿Qué clase de educación le estaban dando?

Fue así como los padres entraron de forma intempestiva donde la maestra que leía cuentos a su clase. Haciendo uso de la mayor igualdad que les caracterizaba, lograron el traspaso de la macabra profesora hacia el lugar más alejado que fue posible, puesto que, como era obvio, el problema estaba en la clase de formación académica que se le daba a la pequeña princesa. Como si fuesen coincidencias del estilo de Julio Medem o de Milan Kundera, una lágrima ubicua brotó de ojos diferentes, era el llamado de la Soledad.

La situación no cambió por un cambio de maestro, ni de dos, ni de diez, el problema, caro estaba, era de la escuela. Entonces la odisea educativa dio su inicio, una mágica travesía que, a través de los ojos de la hermosa mujercita apareció como una infinidad de mundos y personas, culturas y perversioens diferentes, mientras los padres tiraban su dinero, inconscientemente, tratando de alejar la soledad de la vida de su hija amada.

Cada día era una nueva aventura, cada escuela tenía un mundo de mil puertas abiertas por las qué escapar, páginas de un diario de la segunda guerra mundial, infantes magos y sus aventuras en un año de escuela, un viaje de cinco semanas en globo y, de forma excepcional, dos o tres personas a quienes podía llamar amigos... En fin, no había necesidad de más, allí estaba todo lo que deseaba. Empero, a sus padres los diagnósticos de depresiones, autismo, misantropía y pesismismo les revolvía el estómago y era esto lo que los impulsaba a reprimir la felicidad que se encuentra al estar dentro de sí, creando un mundo maravilloso que jamás podrá existir en una triste realidad.

El tiempo fue pasando y la belleza de los detalles fue acrecentándose, como la mirada de las flores bajo el sol de los venados, o los cuadros surrealistas, el minimalismo musical y la ópera; mientras los padres luchaban incansablemente por buscar una cura contra la melancolía que nacía de los problemas del mundo, las palabras fuertes frente a situaciones cotidianas, el odio hacia todo aquel que le obligaba a pensar de forma igual a la del común. Así, en medio del olor a hospital y los divanes, la niña aprendió a escribir y en ello halló esa chispa que la elevaba hacia ese mundo que había creado, y, más importante aún, le permitía enseñarlo al mundo.

Evidentemente no había cosa distinta a un rechazo general en lo que hacía, cada vez que sus padres leían las pocas palabras impresas con el corazón y la razón actuando conjuntamente para lograr el fin de plasmar su alma en un papel, y así aprendió a sufrir. Las historias entonces tomaron un matiz nostálgico, triste, y la música le llegó tan hondo en su alma, que fue sueño, y, como en la filosofía de la historia de Hegel, fue extravagante. Los ritmos del rock, la psicodelia y el jazz fueron inspiración para sus historias, que se mezclaban con los estilos de los autores que iba leyendo y que la llevaban hasta nuevos lugares. El blues aportó la melancolía, que es su significado, a las historias, que cada vez eran más tristes y más hermosas, 

Sin embargo, a pesar de que sus fronteras interiores se ampliaban con cada canción, poema, novela, película, obra de teatro y conversación con gente desconocida en lugares no pensados, como el transporte público o la calle en los días de lluvia, se mantenía presente el problema de hablar con conocimiento, y a veces intuyendo el futuro, sin ser tenida en cuenta. Esta situación, tan repetitiva como depresora, hizo que aceptara que, después de todo, el hombre es y seguirá siendo un lobo para el hombre, que no hay una razón para una revolución fundada sobre ideas claras, porque más fácil es que un hombre crea una gran mentira que una pequeña; y sólo la llevó al grado de abstracción más alto jamás logrado: una absoluta soledad.

Ya no hubo palabras que salieran de su boca, o letras grabadas en papel, en las paredes; tampoco hubo gestos, todo era una total indiferencia. Los padres, que no podían tolerar esta situación, decidieron someterla a las más avanzadas terapias. El psiquiatra ordenó carbonato de calcio, su situación era grave, y funcionó. Se vio una mejoría en su estado de ánimo, ya hablaba, si bien no era una conversación fluida, ni interesante, como otrora, pero, quedaba un rezago de esa horrible indiferencia en su mirada. Pronto, los medicamentos llegaron a dosis que, de ser sobrepasadas, podrían llevarla a una adicción que sería más perjudicial para su salud que su estado de locura permanente y, desde la última vez que habían acudido donde el doctor, clínica. Los padres, devastados, decidieron internarla en el manicomio. Su situación se fue tensando, hasta que la responsabilidad sobre el estado de salud de la niña, ahora señorita, recayó sobre uno y otro de los padres, como en un juego de ping-pong.

Al dejarla allí, como por arte de magia, ella exclamó: Vieron la paja en el ojo ajeno y no se percataron de la viga en el propio... mientras era arrastrada por unos enfermeros que más parecían guardias de taberna. Los padres no volvieron a visitarla; incluso en su locura seguía siendo intransigente y grosera... Sólo volvieron para recibir la noticia de que Casandra había muerto. Las lágrimas brotaron y la compasión llenó los corazones de los padres que perdían a su única hija. Con las pocas cosas que le permitían tener en su habitación, les entregaron una hoja de papel en la que transcribía una de sus "conversaciones con la soledad", como lo refirió el doctor. La hoja fue desechada, puesto que un loco jamás podrá ser un genio. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario