sábado, 1 de mayo de 2010

La encrucujada

Despierta el día menos pensado,
el más pesado de todos los días, el "día",
presentimientos, citas y citas,
unas de personas, otras con personas;
el paisaje iluminado por gris luz de cielo,
por rumores de llovizna y brizna de tristeza,
de nostalgias disfrazadas de alegrías,
de tristeza y valentía,
melancolías,
me alejo,
pienso las historias, falsas alegrías,
camino solo en el mar de gente y entro, tarde fría
el centro abarrotado de enanos vestidos de galleta,
recibo el paquete y divago:
estoy solo hoy... qué porquería.

La música se pierde en el ambiente,
la guitarra sueña al pasodoble compás,
suena la cumbia amarrada al redoblante,
a la traversa flauta que, sin más
suena libremente.
Luego el Coro, se presenta en medio,
Haendel, suenas y me das miedo
percibo mi historia y solo me encuentro...

Camino,
hago camino en mis pasos perdidos
y pierdo la imagen, sigo al destino;
paro un segundo y descubro, escribo,
dibujo el camino del museo,
subo la escalera y pregunto al abismo,
¿padres de la Patria, cuál es mi recorrido?
pero no me responden y siento el vacío,
me pierdo en mi alma y ahí, ahí está el hastío.
Vagos pensamientos de lúgubre abrigo,
de posibilidades imposibles,
de hábiles ríos,
de sueños rotos y amores perdidos.

Las estatuas calladas y los ojos extraviados
hacen que la calma se espante y la impaciencia, ataviada,
se sienta importante,
se apodere del ser, no tan pensante,
que pregunta a la luna menguante,
que más bien será llena,
cómo no ser un cobarde.

Camino sin sentido,
sin alguna orientación,
llegar al centro, a la exposición
y aparece la gente, como distante,
como amorosa, quizá amistosa,
que no pensaba verme, que no imaginó verme, porque no hay explicación,
sólo un "caminante no hay camino" que insta en saludar...

y luego está el encuentro,
¡oh melancolía!,
qué eterna ironía, nada pasa,
sólo la conversación, sólo el café,
sólo la historia,
esa historia de tu vida y de la mía,
que te encuentra intacta
y me encuentra sin cambiar,
sólo esperando el impacto,
que no sucede, pero deja la cuerda,
anzuelo de ilusiones, decisiones,
que, después de la tarde,
no perdieron su sentido,
antes bien, allí han salido,
sin respuesta alguna,
sin un acto decisivo.


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