martes, 28 de julio de 2015

Encuentros con ella

Todas las veces sucede igual. De pronto, voy por la calle y la veo pasar, de casualidad, por allí, mostrando esa gran sonrisa tras unas gafas que de alguna extraña forma le siguen quedando bien. Veo brillar sus ojos y, lentamente, como quien no quiere la cosa, poso mi mirada sobre la suya, como quien va buscando lo que espera encontrar. 

Ella se acerca, con cada paso tan suyo como sólo podría ser, mientras yo, torpemente, procuro no caer al suelo, mientras intento, tímidamente, acercarme a su existencia, que, de alguna forma, irradia color al mundo gris.

Se dibuja su sonrisa y mis ojos, como dormidos, sólo la pueden contemplar; mi sonrisa, a medio esbozar, intenta mostrar torpemente la alegría que me colma cada vez que la veo cerca, pero a lo sumo se acerca a la calma que siento cuando, momentos después, me abraza y besa, con una ternura infinita.

Lo que pasa después, por supuesto, depende del lugar, de la situación, pero siempre es igual. Queda, como siempre, un ligero dejo de felicidad.

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