domingo, 11 de septiembre de 2011

Belleza inalcanzable

Sabes?, quería dedicarte una canción, la más bonita del mundo, entonces lo valías. Quería contigo construir ese mundo que soñábamos mientras despertábamos de tantas amarguras que juntos pasamos. Esperaba escribirte largas horas y contarte las historias más hermosas, luego de hacer el amor, aspiraba a que fueses mía y yo tuyo, mientras leíamos alrededor del mágico fuego que habitaba en la chimenea; te amaba.

Te fuiste, y contigo desapareció toda mi esperanza, se fueron los libros, las hojas y las palabras. La casa se llenó de sombras y brotaron amargas lágrimas y crudos pensamientos; volaron los acordes y el silencio reinó. Mi mirada no fue la misma y de mi corazón no volví a saber. El tiempo se detuvo en el instante en que mi razón se perdió y Vesta se alejó de la chimenea, enfriando lo que alguna vez fue tu hogar. Fui consumiendo todo aquello que quedaba, caí en la bebida y dejé entrar las alimañas, para que alguien me esperara, en caso de volver.

Salí, sin ánimos de volver y, cada noche, a la luz de los bombillos en las calles, te recordé, con tu mirada cristalina y sincera, con tu cabello negro, como mi alma, y acompañado del más inmundo licor. Recuerdo que alguna vez te vi, lucías radiante, como una estrella que jamás alcanzaré... Y entonces lo entendí: no eras para mi. Caminé despacio y, con el frío citadino, calmando el ímpetu, pensé: sólo vivo por ti.

Espero que alguna vez leas esta carta, pues de mi no sabrás más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario