viernes, 7 de octubre de 2011

Quince minutos

Quince minutos son suficientes para que la vida dé un giro inesperado, para que todo cambie de forma que sea irreconocible una nueva realidad, en este lapso de tiempo sucede esta historia...

Hace quince minutos vi que un hombre se disponía a lanzarse desde el piso veinte del edificio más alto de la ciudad. Los medios, la fuerza pública, decenas de curiosos espectadores sedientos de sangre (me incluyo entre ellos) se agolpan alrededor del lugar en el cual habrá de caer si se lanza. Los abogados del dueño del edificio ya estarán pensando en lo que se dirá para no perder credibilidad y dejar de recibir ganancias por este suceso, en caso de terminar mal. Imagino que ya se estarán buscando pruebas de demencia entre los expertos; algunas personas gritan por medio de megáfonos, o procuran acercarse con cautela al hombre amenazante de terminar con su existencia.

Un hombre camina en medio del tumulto y, sin inmutarse por lo que sucede, sigue caminando mientras en sus oídos retumba la melodía de un grupo musical poco conocido, de esos que a nadie importa y por eso el encontrarlo es una aventura, y un gran premio disfrutar sus canciones; y es insultado por uno de los asistentes al que podrá ser el titular del periódico del día de mañana. El hombre sigue caminando, sin percatarse de que quien le grita es, quizá, alguien que tiene una necesidad enferma de ver la sangre correr (tal vez una de las personas que va a las manifestaciones por hacer vandalismo, y todos los días observa a las mujeres en la calle de forma que se sientan invadidas en su intimidad, o compra el periódico amarillista para ver las fotos de los cadáveres y reir, mientras disfruta de su café...). Prosigue, y entonces siente su caminar detenido por la fuerza de un brazo. 

Voltea y ve la sonrisa macabra del hombre que le grita lo inhumano de su paseo y falta de curiosidad (morbosa, por supuesto) y se limita a contestar que va abrazado a la tristeza, expresión que, como es de entenderse, no es comprendida y es respondida con un golpe en su mejilla. Lo que sigue es un silencio por parte del caminante y la gritería inmensa por el hombre que pretendió restar importancia a lo que podría ser la muerte de un hombre. El tumulto se une a una sola voz y exige que se explique; el caminante contesta que no pretende hacer mal, sólo ser indiferente ante una situación que no llega a los extremos de la anormalidad. Pero la gente que ve, vive en soledad, así que no es escuchado y, en su sed de encabezados y cámaras fotográficas, repotajes y saludos a todo el país, el hombre es forzado a recibir el justo castigo por su omisión.

De un momento a otro, vi cómo traían a un hombre y, a pesar de todo lo que hice para salir en los medios y dar mi versión sobre los problemas que incumben al país, no puedo evitar sentir una tristeza gigantesca por el hombre al que traen. He visto que no tiene nada que ver, ni malas intenciones, simplemente pasaba por allí y no se detuvo. Pero acá lo traen y al unísono se escuchan las voces que gritan que debe caer. De haberlo sabido, hubiese esperado a un real suicida y hubiese hecho lo que él, simplemente seguir caminando, en paz y sin la intención de ganarme un problema. Pero no valen las palabras, y siento cómo me alejan de la corniza para poner allí al tipo ese, que nada tiene que ver con mi intención, ni con mi problema. 

"Traidor indiferente es muerto a manos del pueblo: Vox populi, Vox dei

En la mañana de hoy el pueblo ha expresado su rechazo contra la intolerancia arrojando a un joven traidor de los valores de la república igualitaria, por no haber cumplido con su deber de rescatar a un compatriota en apuros. Se sospecha que la víctima deseaba morir por falta de ayuda psiquiátrica."

En medio de la conmoción que genera el hecho de que hayan tomado al muchado que va caminando, trato de mantenerme en pie, a pesar de lso empujones y subo, acompañando a la turba iracunda. Algo no me huele bien, la gente pide a gritos que sea lanzado, ¡por el hecho de no estar interesado en una muerte! No acabo de comprender, pero, si me detengo, quizá sea yo quien reulte arrojado desde arriba.

El piso veinte no tiene muchas cosas, por eso será que el hombre que se quiere lanzar lo eligió, pero ahora veo cómo la fuerza pública se abalanza sobre él y lo saca, a golpes. Piero de vista a la turba, me concentro en los uniformados que se alejan. Me escondo, camino despacio y, al llegar a las escaleras, corro, voy por un pasillo, dos pisos abajo y tomo el ascensor. Veo cómo suben al muchacho a una patrulla, que arranca intempestivamente y los pierdo de vista.... No sé qué pensar.

Siento el bolillo en mi cabeza y veo a dos hombres que se acercan a mi, y que me llevan fuera del edificio, hacia un lugar alejado de todo. Una vez allí, sin sentencia o proceso, escuchó el sonido de las armas que se disparan contra otros jóvenes: son estudiantes. Han pasado quince minutos desde que intenté llamar la atención en la corniza, ahora el tipo con el arma se acerca hacia mi...

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