jueves, 11 de agosto de 2011

Fénix

Esa era su tristeza, un inmenso vacío que la hacía sentir que nada valía, que con él se iba su vida, su obra y su voz; la esperanza era, una vez más, abandonada en la tranquilidad de un sueño de lágrimas tibias que se enfriaban con el pasar de las horas y el correr de los recuerdos que merodeaban por sus cuerdas vocales, desafinando cada nota, bajando lentamente hasta su estómago, donde jugaban con los ácidos gástricos, provocando un cosquilleo tan horrible como la úlcera.

No importaba ya cuánto llorara, ni el número de veces que se repitiera a sí misma la meta de su vida, del año, o del día, de todas formas su nostalgia era tal que su fuerza se perdía en las fotos y en la voz del que ahora se iba, pidiendo un tiempo imposible de dar y un amor inexistente fuera de su imaginación. Su mirada concentrada perdía el brillo en cada carta, cada canción, cada mensaje y era desviada por cada llamada, cada cita. Sentía la impotencia de ser amada sin amar, de estar sola en ese instante en que le veía pasar por su lado, con su presencia arrogante, que a tantas atraía...

Pero, al llegar al límite de su desesperación y desear morir una vez más, al tener el cuchillo dispuesto para dar el corte final y sentir tras sus ojos el transcurrir de su vida, sintió que alguien la miraba. Sus pupilas se dilataron, luego se contrajeron y su tez palideció. Su corazón se aceleró y empezó a temblar... Su reflejo estaba quieto y fríamente la miraba; sin hacer nada, allí estaba cruzada de brazos observando el movimiento próximo de la mano. Pero nada ocurrió, las lágrimas salieron de sus ojos danzando sobre sus pómulos y, perdiéndose en el vacío inmenso que era la habitación en que se había encerrado en los últimos días, murieron. Comprendió que no era su valentía buscar la muerte, sino levantarse de las cenizas del amor, porque no hay nada nuevo bajo el sol.

Así, vio el amanecer desde su ventana y, recobrando esa energía tan suya, sintiendo que con sus lágrimas se perdían los desengaños, las mentiras y los malos ratos, se levantó fue dispuesta a dominar su mundo, brillando  como sólo ella lo podría hacer. Se convirtió en el Fénix.

2 comentarios:

  1. Nadie lo hubiera podido describir mejor.

    Tan solo puedo decir "¡Gracias!"

    ResponderEliminar
  2. No es más que un homenaje a quién se levanta de sus cenizas y no son palabras vanas, ni inciertas. Constituyen mi percepción de la vida de aquella a quien he visto, incluso, hacer que otros se levanten de las suyas para seguir luchando. Mi pequeño agradecimiento a una amiga, que siempre ha estado ahí...

    ResponderEliminar