lunes, 14 de marzo de 2011

Instante de miseria emocional

¿Lo recuerdas? Estábamos allí los dos, tomábas un café, yo prendía un cigarrillo. Hablábamos del mundo y sus histerias, del reencuentro tan esperado, de tus manos y tus pies, dignos de ser tocados, de ser instrumento para llegar al alma del desesperado con música de jazz, con cisnes y cascanueces y otros tantos ritmos que acostumbras a bailar.

Recuerdo también que pensaba en versos de Benedetti, "mi estrategia es, en cambio, más simple y más profunda. Mi estrategia es que un día, no sé cuándo, ni sé con qué pretexto, por fin me necesites", mientras me contabas que estabas triste, que te había dejado, que le extrañabas. Yo sentía que era falso, que me necesitabas, si no no hubiese habido razón para tu llamada. Mi emoción se perdía en las miles de líneas con que el humo perdía su forma, siempre tranquilo, siempre atento, vigilando cada uno de tus movimientos.

Me despierto en las noches con ese, tu recuerdo de ojos de ébano triste, ausente, con la mirada tan tuya, perdida en el horizonte de los sufrimientos y las decepciones que debes pasar; a mi no me interesa eso, importas tu y que yo ya no te tenga, aunque nunca te haya tenido. El amor, el amor explota amada mía y se pierde en la eterna noche de mis pensamientos, como una gota que cae al mar, como la hoja que cae en las tardes de otoño, un otoño infernal del que tu haces parte, al que quiero regresar.

Me dijiste que esperara, que cerrara los ojos un instante, luego me besaste y entonces sentí tus labios càlidos, luego tibios, después fríos, como el viento que soplaba haciendo volar mi cabello, llevándolo con él... Era el viento, tu lo saludabas y las lágrimas perdidas en tu cara se volvían hacia tus labios, esbozando una sonrisa que fue más una burla que tu me preparabas; mi corazón se rompía, el amor explotaba en el vuelo de mil cuervos que, silentes, esperaron en mi cama, allí, en la cabecera, diciendo "nunca más, nunca más".

Cada vez que lo pienso más te odio, describo tu mirada y me doy cuenta de cada una de las cosas graves que pasaron esa vez con ese café. La ciudad se desdibuja para revelarme esa mirada ausente, que se fija en él, siempre presente, siempre atento, cruzásdose en tu camino y en el mío; una risa inesperada que despierta tus sentidos y a los míos, adormecidos, se les pasa y les esconde ocultando la verdad. Allí está él, ahí lo veo, nunca te dejó, jugaron los dos conmigo.

Mujer, eres perversa, de movimientos fríos, calculados, de señales escondidas y de inventos inesperados. Tu lo hiciste, lo planeaste, mi tristeza es regocijo para toda tu alegría. Te odio, adiós. Tu estrategia fue más simple y más profunda, yo si te necesito.

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