martes, 8 de febrero de 2011

Concierto para un amor

Si, aquí está, eso es. Saca tinta y papel, después toma la hermosa pluma que estaba sobre su escritorio y la moja en el tintero, que de color azul y tinta negra. Se agacha, tomando una postura para escribir y piensa lo que allí aparecerá.

Un inicio pianísimo, eso es, si, ya lo oigo sonar, el sonido del clavicordio haciendo que la música dé la impresión de que estás mirando, con esos ojos que son cafés, con un extraño toque dorado, dorado de trompetas brillantes y trombones que empezarán a tocar a destiempo para que los escuchas estén oyendo la pureza de tu cuerpo, de tu piel canela, como los violines y las violas que harán trinar sus cuerdas fortísimo, imitando tu aspecto dulce pero serio, tierno pero duro. Seguirá la tuba tocando en octavas altas algunas notas sueltas que serán como tu cabello al viento de un arpa que imitará la textura de tu piel, con la suavidad de sus sonidos. Un solo de violín imitará tu caminar y con ello el primer movimiento terminará, haciendo que todos se pregunten quién es la deidad.

El segundo movimiento empezará con una fantasía impulsada por el oboe y la flauta que harán que tu voz parezca, ante los oídos de todos, de verdad, imitándote tan perfecto, que pensarás que allí estás, entre la gente que en el teatro se encuentra, por la gracia de contrabajos que tus pasos serán y por la obra de clarinetes que serán las miradas que en la calle a veces te dan. Una armonía de cuerdas con el cello a la cabeza harán que la gente se pregunte en qué parte de la ciudad estás, mientras un par de cornos franceses que imaginan tu pensar se quedan en el silencio, silencio absoluto, silencio total...

El sonido de timbales llenando el espacio con su sonido sublime hará que aparezca yo en la escena, acompañado de flautas que cantan como canto yo cuando te voy a visitar. Violines y contrabajos que imitan mi voz temblorosa, con el piano acompañado de fagots y piccolos hacen que el público sienta lo que yo, una sinfonía de sensaciones, de trompetas revoltosas y trombones delatores de lo que es el amor. El redoblante remata la pieza con el sonido de mi corazón y trompetas, otra vez, y violines, nuevamente, cantan al sentimiento sublime del fondo de mi corazón, así será el tercer movimiento.

Percusión absoluta, un crescendo inmarcesible que dure algo de tiempo hará que la impresión de los que escuchan exhorten a la orquesta a continuar, porque calla lentamente y las cuerdas vuelven a tocar un ritmo, ritmo de vals que nos lleva a los palacios daneses, franceses o austríacos, dando impresión de inmoralidad, de baile lento pero ardiente, fruto del trémolo del piano que, agresivamente insiste en continuar un llamado a todos los bronces de la orquesta, que contestan con el poder y el brillo de sus campanas, campanas tubulares que incitan a pensamientos de vidas felices y felices recuerdos, como los que tengo al pensar en ti, al evocar... 

El músico termina, su partitura debe entregar al mecenas, para luego estrenar. Sin embargo, guarda la esperanza de que ella entienda el mensaje que acaba de mandar.

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