Nos perdimos, yo en tus ojos, tu en los míos. Esperábamos que el día naciera con besos que iban desde la frente hasta los labios. tocábamos nuestras frentes y no parábamos de mirarnos, pero no sabíamos qué observábamos. El sol salía y con él todas las desgracias, mientras tu y yo ensayábamos ese juego de amarnos a montones, de sentir la euforia de ganas contenidas que se liberan en un solo instante. Sonreíste y dijiste que todo estaba bien. Nos olvidamos de las cosas que estaban alrededor, del mundo y del universo, sólo estábamos tu y yo, y el amor, también el amor que acababa de nacer. El brillo de tus ojos me produjo esa hermosa sensación de encontrar lo que nuca has de buscar, pero que te alegrará y te ayudará. Mis labios hicieron que tus pupilas se dilataran y tus brazos me rodearan, haciendo que mi cuerpo sintiera tu calor, tu sonrisa hizo que mi corazón se acelerara y te preocuparas, pero no pasaba nada, sólo algo de taquicardia. Tus besos, que ahora iban más abajo de mi cuello, hicieron que la respiración parara, lenta y placenteramente, haciendo que todos los músculos se contrajeran, que el mundo se desvaneciera, que todo oscureciera...
Luego desperté, estaba dormida bajo el árbol y fue un milagro que no me hubiese pasado nada. Las ferias continuaban y estaba sola, sola bajo la luz del poste que se filtraba por entre las ramas del guamo sembrado a las afueras del pueblo. Pensé que sólo era un sueño, pero estabas tu allí, tirándote a la otra...
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