lunes, 7 de febrero de 2011

La hormiga filósofa

Imagine un hormiguero, con su reina, los zánganos, las obreras, soldados; con su mecánica rutina de salir, en el caso de las obreras, defender, en el caso de los soldados, reproducirse en el caso de las reinas y los zánganos. Imagine que, por cosas de la naturaleza, como la evolución, o el poder de Dios, de dioses o por acción de algún demiurgo, las hormigas que allí viven son, además de una entidad colectiva perfecta en casi todo punto de vista, inteligentes, en el sentido de estar dotadas de razón similar a la humana. Son estas hormigas seres pensantes, desde nuestra óptica y están en algún remoto lugar al que no es posible llegar a grupo humano alguno.

Imagine entonces a las hormigas dialogando, juntando sus antenas y moviéndolas de esa manera curiosa que tienen para comunicarse, por medio de feromonas captadas por los diferentes órganos sensitivos que están en éstas, de cosas como "la proyección del poder del hormiguero en un futuro próximo", "la taza de crecimiento en centímetros cuadrados, digamos, de éste", o de simples preocupaciones de la vida cotidiana como el mejor almacenamiento de las larvas y la comida en un espacio determinado, o comparaciones entre ancianas a punto de morir para convertirse en alimento de nuevas generaciones sobre la reina anterior y la actual en cuanto a la cantidad de huevos y la calidad de trabajadoras que nacen cada hora. Piense en ellas saludando de una manera muy cortés a la reina y a los zánganos, cuyas funciones constituyen la base para el adecuado funcionamiento del hormiguero, en la medida de ser productores de fuerza de trabajo, en la reina descansando o cumpliendo su función; las obreras actuando como un ente armónico para esquivar objetos, patas de animales, aprendiendo de forma interactiva, porque a diferencia de otros insectos y, a semejanza de los mamíferos, las hormigas tienen la capacidad de enseñar y aprender sin necesidad de imitar,  defendiéndose de sus enemigos naturales, muriendo y siendo dejadas atrás.

Ahora reflexione acerca de qué pasaría si, un día cualquiera, o mejor, en una hora cualquiera, en un minuto cualquiera, porque evidentemente la vida de las hormigas es bastante más corta que la de los humanos, nace una hormiga obrera, pequeña, con su cabecita característica, a diferencia de las obreras medias o grandes obreras, que tienen cabezas bastante más grandes y las últimas las tienen de un tamaño desproporcionado en comparación con su cuerpo. Todo va normal, se alimenta de hojas, cadáveres, hongos, etcétera; mientras crece y se alimenta, ve centenares de hormigas que, como ella, crecen y se alimentan, que nacen y al salir de su huevo son de color blanco, infinitamente pequeñas, luego cambiando a su color negro, café o rojo, según sea su preferencia. Pero, a diferencia de las demás, esta hormiga en específico se concentra en mirar, mira y ve que todo es mecánico, sin entender, debido a que en este punto no hay algo más que algunos soldados y, como debe recordar, estas hormigas están dotadas de la capacidad de razonar.

Sus ojos y sus antenas empiezan entonces a emitir feromonas que preguntan qué es ese lugar, sus órganos sensitivos, con el movimiento sutil y curioso de las antenas reciben la respuesta, el hormiguero. Más feromonas en el aire que preguntan qué es todo eso, de dónde vienen, hacia dónde van, para qué tanto alimento, seguido de movimientos de antenas y emisión de feromonas que responden que son hormigas, que todo eso es el lugar en el que viven, su hogar, que son hijas de la reina y que, como obreras que son, deben ir en búsqueda de comida, consistente en hojas, hongos, cadáveres, etcétera. Imagine que entonces el aire se empieza a viciar de feromonas que constantemente vienen y van con preguntas y respuestas de toda índole, hasta que, de un momento a otro, las demás hormigas de aquel lugar del hormiguero empiezan a enviar feromonas que vuelven el ambiente aún más pesado, haciendo que lleguen más soldados que sacan entonces a esta hormiga primera y única en preguntar.

Imagine luego una especie de aislamiento de esta hormiga que sólo sabe preguntar y que, se ha convertido en un problema para la comunidad del hormiguero, haciendo que se alarmen y también otras hormigas empiecen a preguntar, haciendo que, como ente colectivo capaz de una unidad de pensamiento, el hormiguero corra el riesgo de difuminarse en facciones, en grupos de hormigas que elegirán uno u otro camino al recolectar alimento, corriendo mayores riesgos. Piense entonces que, a pesar de ese confinamiento, esta hormiga, como obrera que es y, por tanto, como constructora de hormigueros, por la información genética existente en su ser, escapa a su celda, a su prisión, para pensar que quizá las cosas deban cambiar, para viciar el aire con feromonas, que comunican que hay que hacer una debida organización del trabajo, que deben haber descansos, porque las hormigas no duermen, etcétera, que harán que la producción se detenga y el aire se vicie y las antenas se muevan de esa curiosa forma, para enviar de vuelta más información que seguirá viciando el aire para llamar a más soldados, que seguirán enviando señales y señales y señales, con un aire cada vez más pesado que se calmará cuando llegue la reina y ordene a uno de sus miles y millares de hijos que se detenga.

Imagine entonces que el tiempo pasa y esta hormiga es vista como desadaptada, es rechazada por sus congéneres, si cabe la palabra, pero se resigna a actuar de forma mecánica y se queda en el pensar. Entonces piensa en su historia, en todo lo que ha sucedido en esas horas, o en ese día que tiene de vida y recuerda el principio: los nuevos aprenden más rápido y fácil. Prosiga en su recorrido imaginario al punto en el que todo esto empezó. La hormiga llega al sitio del que salió y, con el curioso movimiento de antenas, envía información codificada en forma de feromonas que es recibida por los blancos seres saliendo de sus huevecillos para producir preguntas y respuestas que, también codificadas en forma de feromonas van a viciar el aire y a hacer que muchos soldados lleguen, alertados por el mismo ambiente pesado, luego vienen muchas señales enviadas en forma de feromonas, muchos movimientos constantes y continuos de antenas, siempre en esa curiosa forma y el aire más y más pesado. El pensar de las pequeñas y hasta ahora nacidas hormigas hace que se emitan más y más señales, más y más movimientos en un círculo interminable de ir y venir de feromonas y antenas, de hormigas histéricas y desesperadas que aprenden y dejan de pensar hasta que cada respiración, cada movimiento es tan diferente que las paredes del hormiguero empiezan a estremecerse. Las hormigas desesperadas buscan salidas haciendo caso a su mecánico instinto de conservación y salen, algunos mueren entre las ruinas de lo que fuese, quizá, el hormiguero más próspero del área.

Después, imagine a esta hormiga protagonista de la caída de un mundo entero rodeada por todos sus compañeros, su reina y los zánganos, que, con su curioso movimiento de antenas, le recriminan su actuación. Luego de alguna especie de juicio y de certificar un jurado de zánganos el veredicto, la hormiga es condenada a morir en las garras de algún depredador, mientras el resto de la colonia su mundo empieza a reconstruir.

Ese es el destino de una hormiga filósofa.

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