jueves, 7 de octubre de 2010

El hombre de gris

La luz de la luna tiñe de un tono mágico el balcón mientras Lucía camina, con una copa de champagne en su mano derecha y viste, de forma elegante, un hermoso vestido blanco. El hombre de gris entra y le encara, empezando el diálogo...

-El hombre de gris: Te odio porque vi tu mirada esa noche de verano de estrellas luminosas y en ellas creí encontrar el cielo.
Porque te sentí en mi vida cuándo te miré esa noche con tu vestido de gala y tu sutil maquillaje, que te hacía ver aún más hermosa... Te odio porque te amé, porque siempre que quise estar contigo el destino me hablaba y jamás le hice caso, porque el lugar en que me dijiste que no fue mi casa y no estabas presente, y lo que es peor, porque ni siquiera estabas hablando la verdad, te limitabas a fingir esa situación de amor perdido en el horizonte, ido hacia Berlín mientras tu le esperabas como lo hacía Penélope en la canción de Serrat.
¿Sabes amor?, te detesto también porque creí en ti reconocer un alma gemela, te odio por darme tu cuerpo mientras pensabas en otros y no eras virtuosa. Por hacerme confiar en ti ciegamente y hacerme olvidar de lo importante, de la vida mía y el valor, la lealtad y la verdad con que debo vivir siempre, como lo hacían los romanos...

- Lucía: No sabes de qué estás hablando, yo jamás te he mentido y... si huíste del duelo, fue por voluntad tuya, no tengo yo nada que ver con lo que me dices. Es más, te dejé siempre claro lo que siento por ti, que eres admirable y encarnas valores absolutamente buenos, pero no eres ni has sido lo que busco, antes bien, el tiempo en que estuvimos fue un infierno...

-El hombre de gris: Un infierno dices tu, como si para mi no fuese esto el Averno... Como si jamás hubiese pasado yo el Estigio con los ojos vendados cuando me decías que me amabas y cuando mentías tu infidelidad, como si yo fuese un estulto y no percibiese la ausencia de brillo en tus ojos...

-Lucía: no sé de qué me hablas, yo jamás te escondí nada. Antes bien fui demasiado honesta contigo al decirte lo que siento, que jamás fue amor contigo, más bien gran admiración por aquél que estando solo supo de sus cenizas renacer. Y perdón, debo volver a la reunión, la sociedad espera a esta dama de noble cuna, que no ha de andar con parias como tu.

(Lucía se retira dejando la copa sobre una mesa; mientras tanto el hombre de gris se dirije hacia la baranda del balcón y, mirando a la luna, dice...)

-El hombre de gris: ¡Oh Luna hermosa que la vida alumbras! ¿qué he de hacer yo, pobre ignorante, para vengar mi desgracia? ¿Qué he de hacer para recuperar mi honor, perdido por ésta, que mi vida acusa? ¡Dime, oh luna preciosa! si debo descubrirme acá, ante todos estos brutos, que jamás entienden de palabras sabias, o por el contrario, debo retraerme a mirar de lejos, a tomar distancia de todos aquellos de quienes hablara en otra época con tan buena gana.

(Da una vuelta por el balcón y se detiene en la entrada, donde puede ver cómo se realiza la reunión y cómo se desenvuelve Lucía, siempre alegre y sin vergüenza)

¡No dejaré mi honor en su sonrisa!, ahora que tengo las pruebas restauraré el honor que me quitó y la dejaré en la ruina, para luego llevarla de rodillas ante el verdadero amor, tal como lo haría Octavio, si a Cleopatra obtuviera... Nostraré mi triunfo entonces y acabaré su quimera, de toda la sociedad, contra este, que dice cosas verdaderas.

 (Sale por la puerta del balcón).

Entra y ve a Lucía en medio de la crema y nata de la sociedad de la ciudad, se dirige a ella y, encarándola, mientras todos guardan silencio, le dice....

-Hombre de gris: Escuchadme todos los que me estáis viendo, os digo que Lucía miente al deciros que ése, a quién tacháis de cobarde, a quien repeléis del fuerte, ha muerto en combate, muerto ha sido en duelo.

-Lord B.: ¿quién eres tu, hombre de gris, que hablas con franqueza y tienen tus ojos el ímpetu que ya casi nunca se viera en estas lejanas tierras?

-Hombre de gris: Importa más adelante, señor honrado y querido, colado en gracias de dioses y en bienes, rentas y estilo. Por ahora os digo a todos, que esta mujer ha caído, porque su virtud es falsa, falsos son sus enemigos. Les digo que su sonrisa, que engaña siempre, amigos míos, ha hecho que aquél hombre que desterrado ha sido, haya huido de su duelo, y su honor haya perdido.

-Sir G.: ¿Cómo es posible esto, señor desconocido? Si su emblema ella ha traído, si su escudo a destruído en frente de todos estos nobles hombres y campesinos. Usted ha de estar mintiendo, pues yo el cadáver he visto, he visto su calavera, con su sombrero rojizo, y una gran mancha de sangre y rastros de plomo, he visto.

-Hombre de gris: No miento al deciros, a todos lores míos, que ese hombre no ha muerto, que está enfrente y aquí mismo, con vestido gris y capa, sin plomo entre sus bolsillos, ni en sus entrañas tampoco, porque este hombre ha huido, dejando su honor en tierra, su emblema y escudos listos; ha huido sin dar batalla por irse tras un amor, que nunca fue correspondido.

-Lord B.: ¿y cómo es posible esto, si hace semanas, sin juicio, este hombre fue a la guerra y con honores ha vencido? ¿si no abandonó batalla, en ese tiempo aguerrido? ¿si aun desterrado, cumplió siempre con su oficio y amo tanto a su mujer, como nunca se había visto?

-Hombre de gris: os contesto gran lord mío. Fue Lucía, en su hermosura, quien siempre tuvo previsto, que mi destierro se diera, para quedar con lo mío. Fue ella quien siempre hizo, que la suerte fuera buena, para asuntos del amor, pero del amor prohibido, que me dio en aquella noche, mientras yo dejaba, he dicho, a mi mujer amada y todo aquello que, al final, el destino volverá a hacer mío. Fue Lucía todo el tiempo quien mintió sobre mi esfuerzo, el de no dejar mi esposa, enabandono y suspenso, mientras se divertía con mentiras gigantescas de amor que fuera bueno, pero infame, al fin del tiempo.

-Sir. G: entonces hombre de gris, mostrad tu cara infame, porque no creo yo nada de aquello que dices fiero, para la pobre Lucía que siempre habla sincero. Si es verdad lo que dices, déjame verte primero, porque pruebas quiero ahora y en tu oratoria no hallo asidero.

(el hombre mira hacia el frente, dando la espalda a Lucía y se quita su capa, dejando ver bien su cara. Los asistentes se sorprenden).

-Hombre de gris: Lores míos, heme aquí, en la boca del lobo, para defender mi honor. Yo, el marqués del pasado me encuentro entre ustedes para desenmascarar a esta miserable. Pruebo con mi presencia todo aquello que se ha dicho. El cadáver no es el mío, ha sido de mi enemigo, amante fiel de la bella, pero malvada Lucía, que con su sonrisa engaña a quien de frente la mira. Y si, huí del combate, no fue el cadáver obra mía, ha sido de un bandolero, que por las calles había, que Lucía ha contratado y hoy se encuentra en Suiza...

Por demás quiero deciros que mi infamia grave ha sido, y acá mismo me arrepiento de no ser quien he sido, por la locura insolente, de a Lucía haber conocido. Me arrepiento lores mios de haberme despedido, de la tranquila frontera en que siempre había vivido, de mi palacio dorado y mi mujer, siempre fiel a sus principios. Ha sido un mes de miseria, de navergar sin ser visto, mientras la culpa me mata, por cometer tal delito, tan reprobable infamia, de con otra haberme visto, y peor aún amigos, de su cuerpo haber sentido, sin que ella se inmutara y antes bien, después, hubiese dado aviso a todas autoridades, para desterrarme, un domingo.

-Lucía: ¡falso!, un impostor he visto; este que tenéis no ha sido mío. Y ni siquiera tiene estilo, nunca será el marqués, aunque hubiere comprado el título, no es otro que un ladrón, o quizá un campesino, este hombre no es un noble y yo jamás le he conocido...

-Marqués del pasado: Si Lucía no miente, porque es mujer virtuosa, entonces decidme, qué tiene de falso esta prosa, escrita en un pergamino y su nombre terminando.
-Lord B.: es cierto, este hombre no miente, ¡realmente es el marqués! tiene las marcas de asalto, de tantas batallas que otrora, salvaron a nuestro campo

- Marqués del pasado: ya que verdad es mi historia, procedo a ser Octavio, para llevar a Lucía, en cadenas ante aquella que su amor me ha dado, a quien no debí dejar y he decepcionado.

(toma a Lucía del brazo y, acompañado de todos los lores, va a su palacio, donde es encadenada por los siervos y es presentada.)

1 comentario:

  1. felicitaciones... davidsin por primera vez a logrado de verdad cautivar mi atencion! me encanto...

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