martes, 5 de octubre de 2010

La bailarina azul

Ella estaba sentada mirando las estrellas mientras sus lágrimas caían y formaban un pequeño charco en el suelo, que lentamente se iba humedeciendo y absorbía parte de los males de que ella era víctima. El azul oscuro que teñía el cielo de aquella noche le recordaba las palabras que muchas veces se dijo a sí misma, palabras que infundieron en ella el valor para actuar ante tantos, para salir a buscar aquello que buscaba: el miedo de los hombres.

Su historia se acabó en el momento en que ese beso selló sus labios, en el instante en que él la dejó, después de poseer su cuerpo y romper su corazón; luego de acabar con la pureza de su alma e irse con la primera que cayó en sus brazos. A partir de ese momento se decidió a hacer pagar a todos por la infamia de este tipo. Fue así como muchos cayeron por sus encantos, su cara de ángel, de pequeños ojos negros, de nariz respingada, perfecta, su boca, suavemente delineada por unos labios rosados, delgados, tan hermosos... Cayeron rendidos ante su figura delgada, coloreada de blanco, esas curvas suavemente trazadas por Afrodita, esa piel sin mancha y esa ternura angelical con que siempre se presenta... Se perdieron ante las luces del escenario que alumbran sobre su cuerpo cada vez que de azul pintada se presenta en el baile...

Uno a uno fueron rotos sus corazones, manchadas sus almas, dañadas sus esperanzas, cambiadas sus vidas, porque ellos, cada uno de los hombres que murió de amor por ella, revivió para hacer pagar a todas las mujeres, rompiendo sus corazones, por sus almas destrozadas...

Es por eso que ella llora hoy, por darse cuenta de que el amor no es un juego para todos, porque algunos creen ciegamente en las personas y se enamoran, a costa de su vida, de mujeres como ella, que pudieron ser tiernas y amantes, y amadas hasta el fin, si no hubiesen cedido ante momentos de obscuridad como aquél, el del desamor que la convirtió en lo que es. Y... ¿saben?, ella llora también porque hubo alguien que creyó en su amor y murió por el... Pero se levantó de sus cenizas y amó, ama y amará a esa mujer que no baila, pero que ama y lo hace de verdad...

Yo camino y la veo llorar, pero no puedo detenerme a consolarla, porque me encuentro acompañado de mi Soledad y es ella quién me avisa de sus intenciones y también de su dolor. Me detengo un momento y noto la manera en que caen sus lágrimas, y escucho su suave voz diciendo la frase "yo lo amo", que se esparce en el silencio de la calle y continuo mi camino pensando un haiku:

En su grandeza
la bailarina azul
muere de tristeza.

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