sábado, 27 de noviembre de 2010

Versos sin sentido de pertenencia

Te invito a bailar un vals inmortal, para amarte como siempre te he querido amar. Y... si te niegas, moriré como los poetas mueren, de amor; de un amor tan loco como aquel que por ti siento, en el momento de pensar.

Déjame bajo el abrigo de la noche para enfrentar mis miedos, para sentirme solo, siquiera un momento, un instante sólo para ser yo mismo, por ese momento y sentirme eterno.

Y rompe mis sueños de cristal, esos tan difíciles de construir y tan fáciles de quebrar, para ser fuerte por la decepción y después poderte mirar, mirarte como sólo a ti quiero observar, desde el abismo de la depresión y la victoria de la verdad.

Mírame bajar a los infiernos y retar a Satanás a correr desnudo por la calle hirviente en vapor de alcantarilla, romper los vitrales de una iglesia y gritar como loco por el parque del conjunto; babeando y jadeando de alegría mientras me persiguen policías estancados en su mundo, ese mundo de falsas alegrías, de sentir poder y mirarse a sí, sin medir a quien, hablas sin pensar y tientas con pesar.

Te veré después, oh amor feliz, verme despegar, después de tocar, el fondo y cavar, en medio de la noche, con luz de farol, hasta desesperar; riendo como siempre, y yo, sufriendo como nunca, mientras danzas alegre lanzando cenizas al viento; y yo cortando leña verde, sólo para complacerte, mientras sigo descendiendo, para ascender luego y lograr ser inmortal. Entonces tu, hermosa como nunca y tan bella como siempre, me mirarás dormir, al fin, sin preocuparme de mi y de mi noción de ti, que, consumada, podrá quedarse o deberá partir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario