miércoles, 24 de noviembre de 2010

Lamento campesino

Del pensamiento aquel que un día volara por los azules campos adornados por la luz, sólo puedo decir que sombras quedan y el verde ha vuelto a su lugar; el perro se ha ido ya y su fidelidad ha quedado, guardiana siempre del hogar. De los sembradíos sólo restos han quedado, mezclas de maíz y fríjol, de arveja y yuca que jamás habrán de volver a crecer; árboles en átomos volando y olor de pólvora mezclada con vidrios mientras el gato, bajo los escombros, da sus últimos maullidos: la muerte se acerca.

De los hombres trabajadores, que otrora jornalearan ya sólo cenizas quedan, en los menos de los casos, y bolsas negras, en los más de aquellos, esparcidos por la tierra, ahora roja y antes negra, empapada de sudor y de dolor, de desesperación, siempre olvidada. Los hombres que trabajaban ya se han ido, sólo han quedado sus hijos con ideas de ciudad, de mejor vida y estudios, ¿y nosotros qué?, si nuestro era este campo, nuestras las cosechas que de aquí sacábamos y los semovientes, que ya se llevaron. ¿Piensa acaso usted señor que sólo hay problema en la frontera?, ¿le parece que la situación está para armar la guerra?

Sinceramente le digo, que si sigue en sus fronteras, deba usted buscar ayuda, para la hambruna que acecha, porque lo que es el pueblo, cansado está de esta querella, ciega por siempre del pueblo que, aunque no quiera, se ve afectado más que cualquiera.

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