viernes, 7 de enero de 2011

El inútil

Miré el reloj, que no se detenía a pesar de que hacía mucho que no le daba cuerda, eran las siete. Pensé que para qué me paraba si igual no había nada por hacer, si de todas maneras en esta miseria nada iba a cambiar. Qué más da, me paro y que me obliguen a volver a echarme, porque estoy cansado de hacer nada, dije, pero nadie me habló y me asusté, tanto silencio era demasiado normal...

La calle soleada por el sol de la mañana me sorprendió con gente trabajando. Vi que la gente echaba paladas y paladas de tierra y comprendí, al ver una mísera cruz y unas risas, que me había muerto. Claro, el reloj me avisaba que hacía siete horas que sucedió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario