jueves, 27 de enero de 2011

El Milenio (Utopía Experimental)

La mañana le despertó con un ánimo de tristeza que invadía todo el mundo, con una tristeza sacra, una santa tristeza de un hombre que expía los pecados de su mundo. Lo absorbían las ganas de morir siendo el prisionero de los ojos de algún ente por fuera de su mundo...

Mil años no se cumplen todos los días, ni todos los años, ni todos los siglos, sólo cada milenio, por eso su tristeza era más grande, por la dama gris sentada acariciando al perro, con gesto de dama noble que enseña sin intervenir... Su soledad le agobiaba, porque sus historias no eran más que pensamientos. Su tristeza era más grande a medida que avanzaba con su perro compañero por los pastos verdes y amarillos, por las cercanas montañas y los páramos de muertes inesperadas. Su tiempo aparecía con vacíos extraños, no correspondían las cosas que pasaban, porque no pasaba nada, siempre pensamientos le asaltaban; las cosas no estaban en su sitio, pues el perro había salido de la nada, y el monstruo gato de la obscuridad, y con ella se habían ido ilusiones y esperanzas, y también el gato aquél, real o imaginario, en la noche o entre sus pestañas... ¿Había algo más allá?

El ruido de la tarde le despertó, con sus cláxones y pitos; ruedas chirriantes llegaron hasta sus oídos y la bruma citadina se hizo cada vez más presente. Despertaste, escuchó. La voz era familiar. ¿Te sientes bien? No, no estoy bien, ¿dónde estoy? En casa, tu casa, querido mío. La confusión se agrandaba, pues era él el hombre de mil años y no tenía más que un perro por compañía. ¿Qué ha pasado?, ¿no lo recuerdas? No, recuerdo que estaba en mi casa abandonada, con mi perro compañero observando el mundo que decaía a cada paso, a cada instante. Descansa, debías estar soñando. Tomó el agua de amargo sabor que tenía al lado de su cama, sobre la mesilla y sólo oyó su voz, descansa, descansa. Sus párpados se volvieron de mercurio, pues pesaban y bajaban tan despacio que todo se desdibujaba.... Quizá todo fuese un sueño...

El perro lamió su rostro, era tarde y el cielo pintaba de gris, argentado, perfecto. No llovía, pero los lirios habían cambiado y eran ahora rosas, rosas desalmadas que tenían nombre propio y obedecían a horrible sentimiento del amor... ¡No!, no más amor, gritaba el hombre, mientras la realidad se deformaba en botones que florecían del rojo color... Adrenalina brotaba de su corazón y las mariposas se estrellaban contra las paredes de su estómago, de su pecho todo y sólo podía pensar en esa voz, esa voz suave e inolvidable que bien valía pelear la guerra contra el olvido, esa voz algo grave que no salía de su mente le atormentaba porque era la más hermosa jamás escuchada. Debía huir, salir corriendo para escapar de ella, para escapar de la sonrisa que se dibujaba ahora sobre sus labios mientras las rosas florecían y los lirios decaían para dejarle la entrada libre a su mirada y poder ser el prisionero de sus ojos, que ahora lo perseguían.

Recorrió todo el terreno, que no era infinito y, de hecho, era muy pequeño. Desesperado, corrió hasta que lágrimas se desprendieron de sus ojos, llegando a su corazón esa horrible sensación... Lloraba, lloraba y sus ojos se apagaban. Descansa, descansa.

Abrió los ojos, de nuevo, y ella estaba acostada a su lado y lo besaba. Sentía la ternura de sus labios y la suavidad de su piel morena, y sus ojos verdes se estrellaban contra el negro de su triste mirada, que no sería más triste porque ella lo amaba, lo amaba de verdad. Le contaba ella de su espera, que era eterna, en los últimos tres años y noventa y cinco días en que sus ojos miraban al vacío, le contaba de los versos que leía para él en su extraño sueño, la música que interpretaba para devolverlo al mundo que ya no era hermoso por su ausencia. Comprendía todo, cada cosa, cada canción, cada poema, cada sensación, ¿Era todo un sueño?, no lo creía, porque era esa otra realidad, quizá algún mundo paralelo que era perfecto para él. Luego recordó...

Recordó que el mundo perdió un día todo su color y ya no fue más que una masa de estatuas y autómatas que simplemente existían. Recordó que ella lo había engañado un día y que había deseado a la tristeza y a la soledad, a la nostalgia y la melancolía para poder llorar, disfrutar de su dolor y empezar a mejorar. ¡Si!, lo había logrado, era ese el paso que había podido dar. Recordaba los cuentos de Bioy Casares, en los que todo es posible y tiene una explicación. Pero esto no, o quizá la tuviera desde lo paranormal, desde la posibilidad de trasladar su alma a otro lugar, como en El puente hacia el Infinito de Richard Bach. Quizá él tuviese razón, ya no importaba, porque el hecho era que había logrado llegar hasta allá.

Ella lo besaba y lo acariciaba, entre tanto el recordaba todo lo que había pasado, pero no importaba porque estaría dispuesto a cometer los mismos errores, porque no importaba la tristeza si a cambio existía un sólo momento de felicidad. De todas formas, nadie podría quitarle su lugar, porque allí no existía la discriminación de amar sin ser amado y la tristeza era sagrada, sacrosanta. Perdonaba el a las estatuas y robots y a medida que lo hacía, con las manos en oración, el mundo volvía a tener su color, su vida y su alegría. Te amo, dijo ella. Yo también te amo, dijo él, sin pensar en el eterno sufrimiento ni en la angustia anteriormente vivida... pues sabía que para él siempre habría un lugar en el universo, su Utopía Experimental.

4 comentarios:

  1. Y así llegamos al milenio, felicitaciones.

    Todos tenemos un lugar diferente a todo, donde viven las personas, los amores viejos y las metas que nunca se alcanzaron, tan personal, que pocas veces logramos expresar con palabras, actos o miradas.

    Felicitaciones, cada día se acerca mas a lograrlo...

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  2. Agradezco mucho su comentario, es bueno volverlo a ver por acá, ya que es usted uno de los lectores más leales a este blog. Con esto termina el ciclo de Utopía experimental como un lugar sin lugar al que siempre se puede escapar. Lo que sigue será empezar a experimentar con otros significados para la palabra Utopía, espero que se pueda lograr.

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  3. Hombre no había podido comentarle en este porque por algún motivo esta vaina no me dejaba (tl vez por aquello de que Ud. es Blogger y yo soy WordPress), pero me pareció genial el ciclo. El otro día lo leí completo, y bueno, ojalá así fueran los milenios. Un abrazo

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  4. Agradezco muchísimo su comentario y me alegra mucho que el ciclo haya sido de su agrado, lamento no haber contestado antes(esas cosas raras de la vida...).

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