lunes, 20 de diciembre de 2010

El monstruo

Era una noche de estrellas, de esas que sólo se ven en los veranos, cuando uno sale a caminar, lejos de la ciudad; de esas en las que la luz de la luna alumbra los caminos de piedra por los que los campesinos transitan con el fruto de su trabajo... De esas en las que no importa lo que aceche tras los matorrales, porque la paz es tal que, incluso el rugir de las bestias es música de Mozzart, cada nota es un acorde de del claro de luna de Beethoven...

Mientras el mundo descansaba y sólo unos cuántos deseaban dormir, la sombra que crecía se detuvo a unos metros de sus pies y unos amarillos ojos, que infundían terror, penetraron su mirada, haciendo que cada uno de sus músculos se paralizaba. Su respiración paró y su corazón se aceleró, la adrenalina corría por todo su cuerpo haciendo que su percepción de tiempo se relativizara y cada segundo fuera tan largo como un cuarto de hora, en que la desconocida bestia que le miraba detrás de esos ojos espantosos. Su desesperación se hacía mayor a medida que veía cómo avanzaba, lenta y sutilmente, el bulto que generaba un horrible escalofrío que recorría, una por una, sus vértebras, que sentían el cosquilleo suave, y sentía también la sensación de hielo que recorría cada centímetro de su espalda mientras el monstruo se acercaba.... Habrían pasado un par de minutos, que fueron como horas, cuando se dio cuenta de que la sombra dejaba de crecer y se hacía más y más pequeña a cada paso y, entonces... El gato maulló.


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