sábado, 4 de diciembre de 2010

Tercer centenario

El primer día de los trescientos nación con la mañana gris y triste del suelo estéril en que había permanecido ya los siglos anteriores: todo estaba igual y sólo el tiempo pasaba. De los recuerdos del tiempo no vivido ahora quedaban sólo los lamentos y los repasos de historias jamás contadas a personas existentes, ecos del pasado que volvían en relojes desenvueltos y escurridizos como cuadros de Dalí. Surrealismo increíblemente falso de versos sin sentido de pertenencia a una mujer ya ida en recuerdos de café. 

Trescientos años de estar solo en este mundo sin lugar. Trescientos años de experimentar con la Utopía momentos no vividos, pero vivamente recordados, siempre en sueños e irrealidades generadas por el pensamiento; trescientos años de un campesino llorando por su tierra abandonada por los dioses y de mujeres de montaña en versos de un maestro enamorado y, sin saber si es verdad, con deseos de venganza, o quizá de pusilánime confesión... El tiempo pasó en relojes áureos y argentados de son de salsa y rock de Coldplay y aires de guitarra, tiple y bandola, siempre ocultos bajo la mirada de aquel hombre sin lugar, del tiempo, que no miente jamás...

Trescientos años no vividos terminaban ya... y sólo quedaba esa elegante dama gris a quien llaman Soledad.

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