martes, 28 de diciembre de 2010

Sexto Centenario/ Primera Centuria

Despertó a la noche, noche de verano de helados matices, de viento que sopla caliente en las tardes y asciende hasta la luna que apenas asoma entre los matorrales, hermosa siempre, inolvidable como el olor de las rosas en la primavera, como el olor a guayaba de los diciembres en la ahora lejana región del Guavio. Lo despertó su único amigo, el perro, aquel que le llegara terminando sus trescientos años, empezando la que hoy es la mitad de su vida y que dobla con paso acelerado, sin temer a la muerte o la soledad, que nunca esperan para aparecer y desterrar, para desmembrar y enseñar el real valor de las cosas. Confuso respiró el aroma del café que por esta época se cultivara y se pusiese a secar, para tostarse luego y molerse y tomar el tinto único que se puede probar y degustar con tal sazón. Buscó el pocillo en que estaba el líquido negro y aromático y lo sirvió, mientras pensaba en la forma de vengarse de un amor; encontró que años antes lo había pensado en la figura de Allighieri, en su obra increíble y vio cómo un amor podía convertirse en un odio, tan grande como el cielo que esa noche se mostraba de gala. Tomó un gran sorbo y dio al perro algo de pan, porque éste lo miraba con la mirada del niño que desea con fervor y agradece con el corazón. Y luego, luego de salir a pasear por el claro de la luna que daba contra el cafetal, el monstruo gato le dio un susto y se unió a su cantar y, cantó entonces el verso de un poeta desconocido a quien acababa de pensar y que rezaba, con acento definitivo el canto de un hombre solo a quien había de buscar para acompañarlo en su cantar, a la damisela soledad; mientras cantaba, entonces pensaba en elefantes y rinocerontes, y en comerciantes de distantes tierras y sólo podía desear, volver a la cárcel de su tierra, de su casa, y pintar... Pintar los cien pensamientos que en seiscientos años pensara, para verlos, cada cientos, y volver a recordar historias pasadas, pasadas alegrías y tristezas de un mundo que se acaba y que acaba de empezar, empezar a recorrer, como brisas, un lugar, y volver a conocer, del mundo, un poco más.

1 comentario:

  1. En el Sexto Centenario tengo calma, de esa que precede a la tormenta, me angustia pero como siempre, he de inventar una salida rapida.

    Tiempos grises vienen, pero siempre encontrare en sus centenarios el escape que tanto ando buscando.

    ResponderEliminar