Terminó su vida como la había vivido: llorando. Y la muerte, compadecida, le regaló la felicidad, pero al ver que incluso al ser feliz el hombre seguía llorando, le ganó la curiosidad y le preguntó qué le pasaba. El hombre respondió que la felicidad es rutinaria e inexpresiva, y llorando se alejó.
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