sábado, 18 de diciembre de 2010

Quinto Centenario

La mirada del reflejo abrió con tintes del mundo y si tristeza la medianoche del quinto centenario, que recordaba a música de los Cadillacs y obsesiones olvidadas. Una idea de Alter ego plasmada en obsidiano cristal cruzó su mente en tristezas armónicas y armonía disfónica de mundos miserables de las que sólo sueños rotos resultaron. La vida desapareció en un beso imaginado de mujer... Mujer perfectamente amada, pero no correspondida, dormida en brazos de la hermosa muerte, hasta la despedida de pianos de Fito Páez y falsas alegrías, siempre rutinarias.

De los primeros quinientos años sólo lágrimas quedaron, porque la muerte regaló alegrías que duran un instante y no pensó en que ésta no es más que la obra del alfarero que hizo, del mismo material, la tristeza que dura toda la vida...

Esa noche el perro, su fiel y nuevo amigo, también lloró y de sus lágrimas, espesas como el aceite, brotó la muestra más pura de compasión, y en sus ojos el hombre vio que la vida seguía ahí.

Después de todo, aún estaba vivo.

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