viernes, 3 de diciembre de 2010

De guitarra, tiple y bandola.

El sonido del bambuco despertó al día, estaba nublado. El hombre se levantó y tomó la guitarra; calentaba los dedos con gran paciencia y luego tocaba algo de Gentil Montaña, era virtuoso. No importaba a sus dedos lo que por su mente pasaba, pero sentía, en cada nota, en cada acorde y cada punteo cómo distorsionaban las cuerdas, mal pisados los trastes, y cómo los armónicos fallaban. Con el primer sorbo de café, su mente disvarió un poco más y el lejano sonido de la bandola se acercaba a sus oídos. Ruidos de bambuco y joropo, de pasillo y vals, de música de tuna y ritmos afines a la música de Colombia, de cuerdas no sinfónicas, le llegaban. trémolos eternos hacían un recorrido en su mente de antioqueñitas y campesinas santandereanas, de luna roja que saliendo va del llano, de veinte años que se fueron y no volverán más. Pensamientos de voces de bandola en brisas de Pamplonita le llegaban y sus dedos torpes, otra vez sobre la guitarra, no atinaban... no atinaban al bello timbre de la bandola que por su mente pasaban. Desesperaba intentando tocar como otrora lo hiciera y la guitarra no daba espera para ser tocada, pero no tenía el talento, eso pensaba...

Buscaba en su memoria la técnica adecuada y, por casualidad, se posó un tiple sobre su mirada; recordó las clases que recibiera de su abuelo a la corta edad de cinco años, y sobre él se posaron sus manos. El tiple sonó... y lo hizo de manera tan hermosa que ya callaban bandola y guitarra y detrás de la música de Gentil Montaña salían, aflorando, Silva y Villalba tocando Negrita, cuyo ritmo se fue apagando y del silencio nació un ritmo de pasillo, dos rasgueos abajo y uno arriba y entonces sonó la Esperanza, y en la mente de aquel músico sonó el pasillo despertando en él el título, en música de guitarra, tiple y bandola.

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